Patricia
Carriazo se debatió durante un mes entre la vida y la muerte. Su compañero
sentimental, Fabián Loza de 34 años, fue detenido por un intento de asesinato
contra su pareja después de asestarle cuatro puñaladas: dos en el estómago, una
en el cuello y otra en una mano.
Mientras
su mujer se desangraba tirada en el suelo de la vivienda que compartían, Fabián
llamó a la policía para decirles que había matado a su mujer en un arrebato de
ira. La discusión surgió a partir de una infidelidad que Patricia había
descubierto de su marido y le había pedido que se separaran porque no podía
soportarlo.
Lo
que se ha sabido después es que Fabián ya había agredido en 2010 a su mujer con un palo,
pero que ella no le denunció. Igual le ocurrió con otra pareja anterior en
2007, quien tampoco le denunció.
Lo
sorprendente del caso es que ahora, cuando se está ejecutando la sentencia del
intento de homicidio, Patricia pide a gritos a la justicia que lo dejen salir
de la cárcel, porque, según ella “es mi marido y lo amo con locura”. En una
comparecencia radiofónica, la víctima aseguró que su marido “es un mujeriego, pero no aceptó
quedarse sólo y por eso hizo lo que hizo. Es un enfermo de celos, pero que ya
lo he perdonado”, aseguró con lágrimas en los ojos.
Es
un caso típico de adicción a personas, donde Patricia difícilmente podrá
separarse de un hombre que la maltrata reiteradamente, al que ella seguirá
perdonando cada vez que le pegue. Quien realmente necesita ayuda psicológica es
ella, puesto que soporta el dolor como algo condicionado a su convivencia con
un hombre del que se ha demostrado su alto grado de violencia. Ella no es dueña
de un sentimiento producido a base de golpes, puesto que no diferencia entre lo
que es el amor y el respeto hacia el otro. Simplemente cree amar, cuando lo que
tiene es una adicción terrible a esa persona.
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