Una
mujer, llamémosla María, aunque éste, lógicamente no es su nombre real, quedó
ciego el pasado 30 de junio de este año debido a las heridas que le provocó su ex
marido, con quien había estado casada 12 años y ya llevaba más de un año
separada, en los ojos y en la cara con una botella de cristal rota. Fue un
punto de inflexión en las palizas que recibía casi a diario, las humillaciones
y la exposición a perder la vida lo que hizo que María tuviese que acudir
al hospital para que le trataran las
graves heridas sufridas.
Esto
ocurrió en Otavalo, Imbabura (Ecuador). Ahora María solo puede oir reir a sus
hijos, pero ya no verlos más. Tiene tres niños que han padecido con ella las
amenazas y los golpes de su padre.
María
no sólo ha quedado ciega, también arruinada. Había sacado un crédito para una
vivienda y ahora se le sumaban los gastos de dos hospitales públicos, la compra
de medicinas y los trámites y gastos de movilización. Ha sufrido dos
operaciones. Le extrajeron los lóbulos y los tejidos destruidos de los dos
ojos, además de suturarle ocho heridas en el rostro y dos en el dorso de los
dedos de su mano derecha.
El
mayor problema de María no son las heridas o la ceguera, son sus hijos. El niño
de nueve años tiene pesadillas con episodios de pánico nocturno, y los otros
dos tienen miedo.
Otra
mujer, Fernanda fue apuñalada por su esposo en la espalda, a la altura de la
columna vertebral. Ahora no puede caminar y va en silla de ruedas. Ya no puede
trabajar limpiando oficinas y viviendas, como hacía antes. Se dedica a vender
caramelos, pero su mayor preocupación es que sus tres hijos vieron a su padre
intentando matar a su madre, y eso es algo que les quedará grabado en la retina
mientras vivan.
Un
estudio elaborado por el Programa para Combatir la Violencia contra la Mujer de la Cooperación Alemana
reveló que las microempresarias ecuatorianas dejan de trabajar, en promedio, 54
días y pierden USD 370 al año como resultado de la violencia de género. El
documento señala que anualmente se generan en el país pérdidas de ingresos
entre USD 8 millones y 49 millones.
Al
marido de María se le realizó un peritaje psicológico y demostró, sin lugar a
dudas, que ese hombre al que ella conoció cuando eran adolescentes, reveló que
es posesivo, controlador y se sentía dueño de ella. Pero la mujer no denunció y
la violencia se fue incrementando.
Angélica
Cruz, licenciada en Trabajo Social y quien atiende a mujeres víctimas de
violencia, señala que el problema es que se acostumbran a ser violentadas y
crean una dependencia emocional con el agresor. "Son víctimas de insultos
y ridiculización. Entonces ellas llegan a creer que no sirven para nada, que
son tontas". Tras recuperarse de sus lesiones físicas, María acude a
terapias de ayuda psicológica. Le aconsejan que siga adelante por sus hijos y
que sea firme en el momento de guiarlos y dócil porque son niños.
Además
de las secuelas psicológicas en las mujeres éstas presentan síntomas como
taquicardia, temblores, sudoraciones no comunes, insomnio, fatiga,
desconcentración y falta de capacidad para tomar decisiones. Aumenta en ellas
la anemia en un 9% y si la violencia física es grave, hasta en un 15% de los
casos.
Aquel
30 de junio, ella pensó que iba a morir. Pero, a pesar de todo, María está
agradecida con Dios por seguir con vida. Ahora, con los USD 318 que gana al
mes, paga la comida, luz, agua… "Siempre he mantenido mi casa y ahora con
mayor razón porque el padre de mis hijos está en la cárcel". El 15 de
noviembre pasado, el hombre fue sentenciado a 12 años y seis meses de
reclusión. Tras la tragedia, un familiar le permitió mudarse a su casa y
abandonó la vivienda que tenía con su cónyuge. Ahora sus hijos son sus ojos. La
hija mayor le ayuda a cocinar y a lavar la ropa. María prepara los almuerzos
para sus niños una noche antes.
Sólo
me queda animar a las mujeres de Ecuador, como a las de cualquier país del
mundo, que denuncien, que se muevan y que actúen. Si lo hacen, podrán evitar
que todo esto les suceda el día de mañana a sus hijos.
(base de datos en el diario www.elcomercio.com)