miércoles, 4 de marzo de 2015

FRANCISCA, EJEMPLO DESDE 1619


          El titular dice "Aborta en la calle y mientras ella se desangra, el monstruo sigue pateándola". Parece una historia actual, pero tiene más de cuatro siglos esta escena que cambio el rumbo de Francisca de Pedraza, el primer caso conocido de malos tratos y que sale a la luz a través de un libro de Ignacio Ruiz, y por ello, este caso se está dando a conocer y del que se habla en los medios.
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           Como seguidora de historias cercanas de maltrato a la mujer, este hecho se me revela como un ejercicio de fortalecimiento al que toda mujer que sufre malos tratos se puede acoger para salir del infierno en el que vive. Es un ejemplo a seguir en un época donde la mujer era un objeto y se casaba simplemente para cuidar del marido y tener hijos. Pero, os cuento su historia, ahora publicada.

          Corría el año 1619 cuando se inicia el pleito interpuesto por Francisca de Pedraza, una joven huérfana que vivió en un convento con las monjas, y de donde sale para casarse con Jerónimo de Jara. Desde el primer momento, este hombre comienza a maltratarla con una desmedida brutalidad. El cuerpo de Francisca aparecía siempre cubierto de moratones y tenía la cara desfigurada de los golpes que recibía. Cansada de tanto dolor, intenta poner una denuncia en la justicia ordinaria, pero allí le dicen que quien debe llevar el caso es la autoridad eclesiástica.

Resultado de imagen de SIGLO XVII RELIGION          Así, en el año 1620 se inicia el proceso. Francisca va con sus testigos y Jerónimo con los suyos. Ella se va a vivir a casa de una amiga ante el miedo de las represalias que pudiese emprender su marido, pero un día sale a la calle mientras el proceso está abierto, y Jerónimo le da una paliza, la arrastra hasta la casa y la viola. Al día siguiente, éste alega ante el Tribunal que como han dormido en el mismo domicilio, la causa no tiene sentido. Le dan la razón y asegura que ha habido reconciliación porque han dormido en la misma casa.

          A Francisca no le queda más remedio que volver con su marido, ya que se ha desestimado su petición, y allí continua recibiendo golpes. No dándose por vencida, vuelve a presentar ante la jurisdicción eclesiástica la demanda de malos tratos, y la sentencia que se dicta dice que Jerónimo debe frenar su furia con estas palabras: "Sea bueno, honesto y considerado con su mujer y no le pegue tanto como parece ser que le pega", y añade "péguele usted lo que le tenga que pegar, pero no tanto". El mismo día que se dicta esta sentencia, Francisca recibirá una de las mayores palizas que haya soportado jamás.

          Viendo que la justicia no la ayuda, Francisca debe convivir con este monstruo y los dos hijos que tienen en común, así como con las palizas constantes que le profiere su marido. Al poco tiempo se da cuenta que está embarazada de la violación sufrida.

Resultado de imagen de SIGLO XVII FRANCISCA DE PEDRAZA          En una salida a la calle con su abultada barriga, la encuentra Jerónimo y a la vista de todo el mundo, le propina tal paliza que la hace abortar en plena calle. Los testigos aseguran que se veía al feto retorcerse en el suelo mientras Francisca se desangraba y seguía recibiendo patadas de su marido. Aquello encoleriza a la sociedad de Alcalá de Henares y se ponen de parte de Francisca, porque es lógico que a una mujer se le pegue, que el marido debe corregirla porque es imperfecta, pero no con esa brutalidad, aseguran.

          Tras el aborto, Francisca acude al nuncio del Papa y éste observa la peculiaridad del caso y le dice que puede denunciar donde quiera, no ya quedarse en el ámbito eclesiástico, así que Francisca acude a la Universidad de Alcalá de Henares, donde encuentra a Alvaro de Ayala,  primer rector conocedor del derecho canónico y del privado y que acepta el caso sin dudarlo.

          Tras exponer los hechos, actuar con testigos y comprobar cómo está el cuerpo de Francisca por los golpes recibidos, Alvaro de Ayala consigue, en tan solo tres meses, que en el año 1624 se dicte una sentencia única en el ámbito universitario y en la justicia en general.

          El rector reconoce el divorcio y la devolución de la dote a Francisca de Pedraza y además dicta una orden de alejamiento para el maltratador y para cualquier persona que éste quiera utilizar para amedrentar o violentar a la mujer, a la vez que posibilita que la víctima tuviera un domicilio distinto al del maltratador.

          Desde ese momento se pierde la pista de Francisca porque se supone que reemprende su vida alejada de un monstruo que a punto estuvo de matarla a golpes en muchas ocasiones, pero que no lo consiguió.

          Este hecho real nos demuestra que con tesón y fuerza, toda mujer maltratada puede salir de su infierno, pues si Francisca lo consiguió hace más de cuatro siglos, luchando contra el poder machista del momento y la justicia que solo impartía sentencias a favor del hombre, cómo no se va a poder hacer en nuestros tiempos con los medios de que disponemos.