Cuando Devi, una niña
nepalesa de apenas siete años, se percata de que su madre acude a primera hora
de la mañana a “maquillarla”, se siente feliz porque piensa que la está
pintando para ser la más guapa del pueblo; sin embargo, el punto entre ceja y
ceja y la línea vertical al comienzo de la raya del pelo hecho con polvo rojo
de tika, certifica que está casada. Tampoco recuerda que sus padres hicieron
una ceremonia de su casamiento cuando tenía tres años.
Devi es la segunda
hija de un matrimonio donde su padre tiene 25 años y su hermana 10 años, nacida
tras un parto horrible cuando su madre apenas había cumplido los 12 años. Por
ese motivo, cuando el padre concertó los matrimonios de sus hijas (para
casarlas a ambas en la misma ceremonia y así ahorrar dinero), exigió que no se
fuesen del hogar materno hasta que alcanzasen la adolescencia.
El problema de estos
matrimonios es que la mujer abandona la educación para dedicarse a la casa o al
campo, en el hogar están expuestas a todo tipo de violencia doméstica, incluído
el abuso sexual. Su vida corre peligro por la elevada tasa de embarazos
prematuros, aún cuando su sistema reproductivo aún no está formado.
Según la legislación
que regula el matrimonio en Nepal, aprobada en 1971, la unión de menores de 18 años es
ilegal. Y cualquier funcionario del Registro Civil que inscriba a
una pareja sin seguir esta normativa puede ser encarcelado durante un máximo de
seis meses y condenado a pagar una multa de hasta 5.000 rupias (unos 45 euros).
Pero basta con un vistazo al embarrado poblado de la familia de Malik, situado
en el distrito oriental de Bara, para confirmar que la ley es aquí papel
mojado. Casi todos los niños menores de 12 años han dejado atrás la soltería.
Por ello las familias
evitan registrar los matrimonios. El problema surge cuando van al registro a
conseguir el certificado, porque al tener hijos la ley estipula que no se puede
anular un matrimonio infantil, y así no se puede deshacer esta unión.
Según las estadísticas oficiales de 2010, el 26,1% de las nepalesas de
entre 15 y 19 años están casadas. En las zonas rurales, ese porcentaje aumenta
10 puntos, y la edad media a la que contraen matrimonio se queda en 16,2 años
En un intento de la
policía por evitar estos casamientos prematuros, las fuerzas de seguridad han
llegado a recibir palizas, así que lo único que pueden hacer es hablar con
ellos y no entorpecer la ceremonia, intentando, eso sí, convencerles de que no
dejen marchar a sus hijas hasta que hayan alcanzado una edad razonable.
Lo más doloroso es
escuchar el suplicio de una niña de 13 años rogando que no se le entregue a un
desconocido, diciendo que tiene miedo; a lo que su madre le suele responder:
“Tienes que ser fuerte, todas hemos pasado por este mal trago”,.
Las bodas de estas
niñas prematuras se celebran porque cuanto mayor sean es más difícil y más caro
el emparejarlas, y más por miedo a que pierdan la virginidad, tesoro muy
preciado en estos países de Asia y Africa. Una boda suele costar a una familia
unas 125.000 rupias (1.100 euros) y para ello suelen solicitar un préstamo que
devuelven a un interés del 60%.
De vez en cuando
surgen casos que hacen abrir los ojos a una parte de la sociedad, como fue el caso
de Umita Devi, una joven nepalesa de casta alta a la que sus padres casaron con
14 años, y que murió en enero de 2012 apaleada por sus suegros cerca de la
ciudad de Janakpur. “El marido era cinco años mayor que ella y se fue a Chitwan
–al norte del país– a trabajar”, recuerda el hermano de Umita, Dilip Kumar
Patel. “Cuando regresó lo hizo de la mano de una chica baharí de la que se
había enamorado y con la que se quería casar. Dijo que se suicidaría si se lo
impedían”.
Pero la familia de
Devi trató de evitar esa unión y buscó el asesoramiento de asociaciones de
mujeres. “Parecía que el chico había entrado en razón y que estaba dispuesto a
dejar a la baharí. Hasta que un día nos llamaron diciendo que Devi había
sufrido heridas graves”. Patel fue con sus padres a recoger a su hermana con la
intención de trasladarla a un hospital, pero cuando llegaron ya estaba muerta.
“La golpearon con una vara tantas veces que le habían desgarrado la piel, y
tenía la cara ensangrentada porque le habían arrancado la joyería que dimos
como dote”. Según la autopsia, un golpe le rompió el cuello y la mató. La madre
cree que se la quitaron de encima para evitar que el hijo cumpliese su amenaza
de quitarse la vida. “Nunca debimos casarla”, se arrepiente ahora.
Ya en abril del año
pasado, a través de la Fundación Vicente
Ferrer que opera activamente en India, la directora del Programa de Mujeres de
dicha asociación, se mostraba agradecida porque habían conseguido anular un
matrimonio en India por haberse celebrado antes de la edad legal.
Todos recordamos la
violación, la tortura y el asesinato de Jyoti Singh el pasado mes de diciembre
en Delhi, que no solo ha provocado la ira de un país harto de la violencia
contra las mujeres, sino que ha causado un inesperado efecto secundario: el
aumento de los matrimonios de niñas pequeñas ante el miedo de los padres a que
les ocurra lo mismo que a Jyoti; pues creen que casándolas las protegen.
Cada día, 25.000 niñas pobres de países como Malí, Etiopía o Bangladesh se ven forzadas a contraer matrimonio
con hombres adultos
Más aún, el matrimonio
precoz demuestra ser incompatible con la continuidad de los estudios, porque,
una vez casadas, las niñas se convierten en ciudadanas de segunda clase al
servicio de maridos y familiares. Como destaca el informe, en un país como
Nigeria solo el 2% de las niñas de entre 15 y 19 años que se han casado
permanecen en la escuela, frente a un 69% de las no casadas.
En la India actual nacen solo 917 niñas por cada mil
niños, y los expertos afirman que ese desequilibrio se debe a la práctica
ilegal de abortos selectivos, pero también a razones de cálculo familiar y
hasta teorías raciales de dudosa base científica.
En la región de Haryana, colindante con Delhi y donde está Bahrana, predomina aún una sociedad profundamente patriarcal donde existe una marcada predilección por los varones, que perpetúan el linaje, cuidan a los padres en la vejez y les aseguran ingresos.
Para Bahrana fue aún peor: con 378 niñas nacidas por cada 1.000 varones, no hay lugar donde sea más acuciante el peligro del desequilibrio entre los sexos, hasta el punto de que los hombres han comenzado a "importar" mujeres en edad casadera.
Las chicas vienen de otras regiones indias -como Manipur o Kerala- donde hay un mayor equilibrio entre los sexos pero una peor situación económica, y aterrizan en estos pueblos sin conocer ni a su futuro marido ni a su familia, con la que deberán vivir.
En la escuela solo el curso preuniversitario es mixto, y sorprende constatar que hay 25 chicas y solo diez chicos hasta que el director lo aclara: "las familias -cuenta- envían a sus varones a la privada, pero no quieren invertir en la educación de ellas".
Como en otras sociedades, en Haryana la concepción de la familia corre pareja a la ambición de tener hijo varón: por eso muchas parejas dejan de tener hijos una vez nacido el primogénito, pero se lanzan por un segundo si su primera hija es niña.
La mentalidad patriarcal atribuye, además, el nacimiento de varones a una "ventaja genética" del padre: "si tu dieta es buena y no eres de familia pobre, es probable que tu gen Y sea más fuerte que el X", contó a Efe el cirujano jefe del distrito, Bhaskar Singh.
Junto a razones de cálculo familiar, Singh reconoce, no obstante, que en los desequilibrios juegan un papel los abortos selectivos, calificados el año pasado por el primer ministro indio, Manmohan Singh, como una "vergüenza nacional".
Según un estudio del Centro canadiense de Investigación Global parala Salud , en las últimas tres
décadas se han producido en la
India 12 millones de abortos selectivos contra futuras niñas,
la mitad de ellos en los últimos diez años.
El problema se ha agravado, ya en este milenio, con la generalización de las técnicas para conocer de antemano el sexo del feto, pese a que en el país la ley prohíbe a los doctores informar de ello a las parejas con el fin de evitar estos abortos selectivos.
En la región de Haryana, colindante con Delhi y donde está Bahrana, predomina aún una sociedad profundamente patriarcal donde existe una marcada predilección por los varones, que perpetúan el linaje, cuidan a los padres en la vejez y les aseguran ingresos.
Para Bahrana fue aún peor: con 378 niñas nacidas por cada 1.000 varones, no hay lugar donde sea más acuciante el peligro del desequilibrio entre los sexos, hasta el punto de que los hombres han comenzado a "importar" mujeres en edad casadera.
Las chicas vienen de otras regiones indias -como Manipur o Kerala- donde hay un mayor equilibrio entre los sexos pero una peor situación económica, y aterrizan en estos pueblos sin conocer ni a su futuro marido ni a su familia, con la que deberán vivir.
En la escuela solo el curso preuniversitario es mixto, y sorprende constatar que hay 25 chicas y solo diez chicos hasta que el director lo aclara: "las familias -cuenta- envían a sus varones a la privada, pero no quieren invertir en la educación de ellas".
Como en otras sociedades, en Haryana la concepción de la familia corre pareja a la ambición de tener hijo varón: por eso muchas parejas dejan de tener hijos una vez nacido el primogénito, pero se lanzan por un segundo si su primera hija es niña.
La mentalidad patriarcal atribuye, además, el nacimiento de varones a una "ventaja genética" del padre: "si tu dieta es buena y no eres de familia pobre, es probable que tu gen Y sea más fuerte que el X", contó a Efe el cirujano jefe del distrito, Bhaskar Singh.
Junto a razones de cálculo familiar, Singh reconoce, no obstante, que en los desequilibrios juegan un papel los abortos selectivos, calificados el año pasado por el primer ministro indio, Manmohan Singh, como una "vergüenza nacional".
Según un estudio del Centro canadiense de Investigación Global para
El problema se ha agravado, ya en este milenio, con la generalización de las técnicas para conocer de antemano el sexo del feto, pese a que en el país la ley prohíbe a los doctores informar de ello a las parejas con el fin de evitar estos abortos selectivos.
A pesar de que el
matrimonio es ilegal en muchos países, se estima que alrededor de 51 millones
de niñas de edad, a partir de los 5 años, están casada