Holanda,
uno de los países más pequeños de la Unión
Europea , pero también de los más avanzados en materia social
y libertades del individuo, es un ejemplo que, en algunos casos, deberíamos
seguir, como el caso de la violencia de género.
Ya en 2008 éste país prohibió el uso
del burka, el velo musulmán que cubre el cuerpo y deja una rejilla de tela para
los ojos y el nigab, otro velo que deja libres los ojos, en escuelas y centros
oficiales.
Cuando una mujer musulmana quiera
trabajar en la docencia o en instituciones públicas holandesas que requieran
atención al público, no podrán llevar estos signos identificativos de su
religión, pues se entiende que en un país con libertad de religión, pueden
hacerlo toda vez que se encuentren en un ámbito privado o incluso en la calle,
pero no para relacionarse con las demás personas dentro de su actividad
laboral.
Igualmente a los escolares se
prohíbe usar, tanto los velos religiosos, como los pasamontañas, capuchas y
cascos de moto con visera que oculten la cara.
Hay que tener en cuenta que en
Holanda viven un millón de musulmanes entre un total de poco más de dieciséis
millones de habitantes. Para ellos se consensuó en su fecha esta toma de
decisión. Ante la misma, Dris el Boujoifi, que en aquella época era el portavoz
del organismo que sirve de enlace entre la comunidad musulmana y el Gobierno,
que “En un país con libertad de religión tiene que haber espacio para el burka.
No estoy a favor de que se impida su uso, pero las que lo lleven deben saber
que ello acarrea una serie de consecuencias laborales. Yo mismo entiendo que
para ciertos empleos no es apropiado”. Eso es racionalidad.
Siempre adelantada en estos temas al
otros muchos países como el nuestro, Holanda abrió en 2009, y dotó de medios,
a 40 centros para atender a hombres que
sufrían abusos físicos y psíquicos de sus parejas, a musulmanes desertores de
su religión, homosexuales rechazados por la sociedad y a desafiantes de la
tradición de realizar matrimonios concertados.
Este país asegura que la violencia de
género, o doméstica, como la clasifican ellos, se debe a un comportamiento
aprendido y hay que invertir mucho en educación para que los roles cambien.
Han realizado campañas en twitter
para llegar a la gente más joven, asiduos a esta red social.
Sin embargo, la crisis también ha
hecho mella en este país y durante el ejercicio 2012 se registraron 95.000
denuncias por maltrato. Hay que puntualizar que el 44’8% de las mismas
correspondieron a agresiones por parte del hombre a la mujer, mientras que más
de la otra mitad correspondieron a denunciar el maltrato infantil. Aún así, en el mismo año se registraron 142
muertes por violencia de género.
Un país avanzado, con ideas
progresistas pero que sabe que el terminar con esta lacra no es cuestión de un
día y que siguen apostando por la educación como alternativa real. Ojala
algunos ministros pensaran lo mismo y se dejara la religión a un lado para
acabar con la muerte de mujeres a manos de hombres, porque el reconocimiento de
que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones y que
debemos compartir un espacio dentro de la educación, la racionalidad y la
tolerancia, sería todo mucho más fácil.
La noticia que salta a los medios de
comunicación hoy, es la puesta en marcha de un proyecto piloto del Ayuntamiento
de Ámsterdam para dar refugio a los animales afectados por situaciones de
violencia doméstica. Para ello se han dedicado 20.000 €
Se trata de acoger a las mascotas de
mujeres que sufren violencia de género, que también suelen ser maltratadas y
golpeadas por el agresor a la pareja.
Este proyecto se ha generado a raíz
de un estudio de la
Universidad de Utrecht donde se demuestra que hay gran
afinidad entre la violencia doméstica y la crueldad hacia los animales; concretándose
también en que un 55% de personas que sufren abusos domésticos, aseguró que sus
parejas también hacen daño o incluso matan a sus animales de compañía.
Además, el
Ayuntamiento de la capital holandesa ha tenido en cuenta que algunas mujeres
que sufren maltratos rechazan dejar el hogar y trasladarse a un refugio porque
temen dejar a sus mascotas detrás.
En los centros de
acogida, por motivos de higiene, no está permitido que las mujeres, que han de
compartir habitación, conserven a sus mascotas; así que a través de la creación
de esta residencia, durante dos semanas, se cuidará a perros y gatos en
refugios para dar tiempo a sus propietarias para que encuentren un alojamiento
alternativo.
Esta iniciativa piloto
se desarrollará a lo largo de seis meses y será sometida a una evaluación el
próximo junio.
Yo a estos ejemplos los llamo cultura. No se podrá poner en duda que la protección que Holanda hace de sus habitantes y de las mascotas de éstos, no está sumamente bien considerada. Ejemplo del que deberíamos aprender, copiar y poner en marcha de una manera rápida. Aunque algunos dirán que no hay dinero para nada, no creo que las cantidades barajadas sean excesivamente altas como para poner excusas tan endebles como ésta, más cuando se están viendo gastos desorbitados en otras cuestiones que en nada ayudan a resolver problemas de convivencia y de protección al mundo animal.