Cuando una
mujer es víctima de violencia de género, roza los límites de sentirse un
felpudo al que se puede calumniar, pisotear, apartar y relegar a un rincón de
lo que supuestamente es un hogar. Incluso después de terminada una relación,
cuando crees que has superado el miedo o estas en proceso de iniciar la batalla
que lo vencerá, reaparece en tu vida el esperpento del mal y vuelves a caer en
el pozo más profundo de la indefensión, dejando tu valía y tu autoestima poco
más que de suela de zapato.
Por
eso, cuando una mujer está sufriendo de esta manera, con los cientos de casos
que conozco y que, aún a fecha de hoy me sobresaltan algunos por la forma de
vida que están llevando víctimas de esta lacra, no puedo por menos que pensar
cómo se sentían aquellas mujeres en el País Vasco cuando iban a denunciar y les
atendía el agente encargado del tema de la violencia de género en la comisaría
del Bilbao.
La
noticia ha salido ahora, pero los hechos se remontan al 2004. Cuatro años
después salió el primer indicio a la palestra a través de la denuncia de una
valiente que relató a un compañero del acusado lo que le había ocurrido al ir a
denunciar su caso ante la policía.
Acusó
al ertzaina de hacerle insinuaciones sexuales mientras ésta relataba los abusos
que había sufrido. ¿Alguien puede ser tan cerdo como para hacer preguntas
elevadas de tono cuando una mujer está relatando el calvario vivido? A partir
de esta denuncia, otra valiente también le acusó de hacerle propuestas directa
y explícitamente sexuales, y luego de sumarse otras muchas cuando el caso se
destapó, se atrevieron a acusarlo de trato inapropiado.
El
problema es que las víctimas no han querido denunciar formalmente, pero no ha
sido necesario, puesto que la cantidad de testimonios vertidos han hecho que se
expulsara del cuerpo a este inhumano miembro del cuerpo policial vasco, sobre
todo después de haber sido apartado de empleo y sueldo en 2010, pero esta
sanción fue anulada por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco por un
“defecto en el procedimiento”.
Imaginar
la escena, lo que sufrieron estas víctimas al relatar su maltrato ante alguien
a quien solo le importaba la mujer como objeto, ante otro maltratador que,
supuestamente, tenía que ayudarles, animarlas, dar el primer paso de acercamiento
a la justicia para que esas mujeres se sintieran con fuerzas para salir
adelante, y encontrarse de pronto con una fotocopia de lo que querían dejar
atrás. Mucho ha tardado la justicia en dar el paso, pero al final se ha podido
conseguir y este innombrable ya no podrá volver jamás a estar detrás de un
mostrador de policía, aunque, eso si, pregonad su nombre porque esta persona es
un maltratador con todas las letras.