miércoles, 6 de agosto de 2014

TODOS SOMOS MALTRATADORES

Rabia, impotencia y frustración son tres palabras que me definen después de saber que una nueva víctima de violencia de género ha engrosado las listas de mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja.
La rabia de comprobar que el sistema no funciona, que no llega  a donde debiera, que no ayuda a la víctima, que causa indefensión en aquellas mujeres que realmente lo necesitan.
Cuando la administración se escuda en el "no había denuncias previas", me suena a Pilatos y su lavatorio de manos. Si una mujer muere asesinada, no se llega ahí sin que absolutamente nadie conozca el problema. Un vecino, un familiar, alguien que ve algo extraño. Un maltratador deja un rastro que se podría seguir si realmente quisiéramos frenar esta lacra.
Impotencia porque las personas de a pie, sin ayuda real, no podemos hacer nada. Manifestaciones que se quedan en una foto, declaraciones que colman las noticias durante un minuto, el olvido prematuro porque, por desgracia, otra nueva víctima hace que nos olvidemos de la anterior...y así, como una rueda que no cesa, sin un tope que la frene, vamos haciendo que la violencia de género se implante en nuestra sociedad como un acto salvaje más de los muchos que vemos en televisión.
Frustración porque el último caso me ha tocado demasiado cerca. Orihuela. Sé que no podría haber hecho nada, pero lo intenté. Me puse en contacto con su ayuntamiento hace un año para impartir unas charlas sobre violencia de género, quería hablar con sus mujeres, con sus asociaciones, y me cerraron las puertas. Hoy, una mujer es hallada muerta en su domicilio días después de haber sido asesinada.
Aquel concejal de política social no quiso ayudarme a difundir el mensaje. No tenían presupuesto. Le dije que era gratis, que solo me dejaran vender mi libro ¡Zorra! para costearme los gastos, y entonces no hubo respuesta. No interesaba. Hoy están de entierro. Sé que no hubiese podido hacer nada, pero al menos quise intentarlo y no me dejaron.
¡Cuántas puertas he tocado para que me abriesen! ¡Cuántas asociaciones de mujeres me han dicho que no era un tema que se diera en su municipio, que preferían un curso de corte y confección! ¡Cuántos intentos de ayudar y no poder hacer nada!
Me duele. Quizá esta mujer hubiese ido a las charlas, quizás hubiese abandonado a su pareja, se hubiese marchado, hubiese denunciado. Las mujeres necesitan sentirse protegidas, cobijadas, pero eso no interesa políticamente hablando.
Si quieres ayudar tienes que transformarte en asociación, para poder facturar. Lo que es gratis no interesa.
Siento rabia, impotencia y frustración, sobre todo, porque el asesino de esta chica sigue suelto y, probablemente, cerca de mí, porque su origen es Murcia.
La administración desempolvará su carpeta de actos para la mujer en el mes de noviembre, mientras tanto seguirán diciendo aquello de "es que no había denuncias previas".
Los primeros maltratadores somos nosotros mismos, cuando bajamos la cabeza ante un hecho que podríamos evitar.