Denunciar, pasar por toda la burocracia que conlleva, relatar una y otra vez ante policías, asistentes sociales, psicólog@s, abogad@s y, finalmente, un juez o jueza, los trazos más amargos de una relación de pareja basada en el maltrato, es uno de los pasos que más se piensan las mujeres, porque es tremendamente dolorosa.
Pero una vez iniciado el proceso lo mejor es no parar. Retrotraerse por las heridas que abre no ayuda para nada a salir de ahí. Es necesario el apoyo de la familia, de los hij@s, de l@s amig@s, de l@s compañer@s de trabajo; en fin, de todo el círculo que tiene cabida en la vida de una persona. Esto no debemos olvidarlo.
Termina todo el proceso, no tan rápido como nos prometieron, no tan indoloro como nos contaron, no tan fácil como pensábamos; y entonces nos encontramos delante del poder judicial. Ya estamos ante un estrado que debe acoger nuestro último relato de los hechos con un mínimo de empatía, con un ápice de humanidad. Ahí queremos que sea una mujer quien juzgue al agresor, pues creemos que por el hecho de ser de nuestro mismo sexo, será más compasiva con nuestra situación, tendrá menos benevolencia con el maltratador que nos ha insultado, que nos ha amenazado o que nos ha pegado.
Pero esto no es así.
A veces son las juezas quienes más daño hacen a la víctima. Las pruebas nos demuestran que no siempre son personas que están a la altura de las circunstancias.
Un ejemplo, Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Vitoria, ante una denuncia de una mujer que había sufrido varias agresiones sexuales, le preguntó a la víctima: "¿Cerró bien las piernas?, ¿cerró toda la parte de los órganos femeninos?".
O la abogada de una víctima que diez minutos antes de comenzar el juicio le dijo a su clienta, una emigrante sudamericana: "No tienes cara de maltratada, ¿qué quieres, los papeles?"
Y si saltamos las fronteras, much@s recordaremos la sentencia exculpatoria de un delito de violación a Ehsan Abdulaziz en diciembre de 2015 por el tribunal de Southward Crown (Inglaterra), al segurar el acusado que "la violó por accidente".
Este millonario saudí fue absuelto al argumentar que se cayó de manera accidental sobre la presunta víctima, una chica de 18 años, y la penetró sin querer porque su pene "asomaba" fuera del pantalón.
Estos son algunos de los casos más conocidos; sin embargo, son muchas más las sentencias que se dictan en unas dependencias judiciales que flaco favor hacen a la lucha contra la violencia de género. De hechos así se desprende que el poder judicial también necesita formarse y empaparse más de cómo están las mujeres sufriendo y muriendo cada día en todo el mundo por sentencias idiotas que lo único que hacen es crear desconfianza en la sociedad ante el poder que representan.
Y, por último, recordar que la mujer asesinada esta misma semana en Tenerife, llevaba diez años denunciando a su marido por maltrato continuado, con asistencias de la policía un día sí y otro también ante los escándalos y gritos que salían de la vivienda, hasta que resultó muerta y su marido declaró que "ya la había matado". ¿No tiene culpa el sistema judicial en este asesinato?