jueves, 27 de marzo de 2014

¿IGUALES O DESIGUALES?

Todos tenemos un problema, y ese problema se llama Violencia de Género. O mejor dicho: violencia contra las personas.
Son muchos los comentarios que últimamente he leído de particulares que piden que nos acordemos quienes expresamos nuestras ideas sobre el maltrato, de los hombres maltratados.
Después de leer mucho, ver estadísticas (algunas reales y otras fruto de la mediocridad, todo hay que decirlo), rebuscar en internet, etc., hay una cosa que está clara, y es que hay personas maltratadas, no simplemente mujeres. El razonamiento que me ha llevado desde el principio, a implicarme en la lucha contra esta lacra social, ha sido, sobre todo, que el número de mujeres muertas es inmensamente superior al de hombres, que la fuerza masculina hace mucho más daño que la femenina, que no habíamos tenido legalmente la oportunidad de que alguien nos defendiera de la opresión instaurada en la sociedad a través de muchos siglos de prepotencia masculina, de que la lucha a favor de la mujer fuese únicamente revocada por movimientos feministas y, sobre todo, porque yo fui mujer maltratada por un hombre.
Me he encontrado con hombres que han sentido vergüenza en denunciar porque la Ley solo recoge los casos proferidos a mujeres, porque sería destapar un problema que le denigraría como macho  y porque les da miedo que la mujer, al final, eche mano de sus prebendas legales y dé la vuelta al asunto.
Hoy ha aparecido en prensa que el Ministerio encargado de los temas de violencia de género, va a promover una reforma de la Ley de Violencia de Género, pero por lo que observo, es para aumentar las penas contra los hombres, no para incluírles, no para introducir en ella a las nuevas formas de familia, no para agilizar el cumplimiento de las penas que se impongan, no para expulsar a la parte maltratadora del entorno...
Se va a pedir opinión a los colectivos de mujeres, y eso me suena a las fórmulas de sentencias sobre divorcio, cuando siempre se daba la custodia las madres, dejando a los padres sin el afecto de sus hijos por un imperativo legal que no pensaba en todas las partes implicadas en el asunto.
Es cierto que el tema de las denuncias falsas ha hecho demasiado daño a los hombres, verdad que los colectivos homosexuales no están incluidos en la Ley Integral Contra la Violencia de Género, y todo lo que ello conlleva.
Tal y como decía en días pasados el magistrado del juzgado de violencia de género nº 8 de Madrid, Francisco Javier Pérez-Olleros: "hay denuncias falsas y denuncias exageradas" que hacen mucho daño en un proceso. Pues también quiero extraer otra de sus declaraciones donde opinaba que muchas mujeres maltratadas recurrían  a la tutela judicial por falta de respuestas en los servicios sociales, residenciales o sanitarios que deberían atenderlas.
Remitiéndome a dicha entrevista, me llamó la atención el titular, donde resumía el hecho de que había tenido que  absolver a personas que se adivinaban violentas, pero para las que no había pruebas suficientes para encausarlas por el delito denunciado.
Estos artículos son los que interesa leer cuando se busca una mejora en la Ley: comprobar que el sistema que se quiere implantar para ayudar a la mujer, no lo hace; que hay una gran descoordinación de los factores implicados: el judicial, el policial y el sanitario; que lo necesario en la educación, que los famosos CAVIs son fórmulas de interés particular para derrochar, en muchos casos, el dinero público a favor de unos pocos, y así los cientos de asuntos relacionados con el maltrato a las personas que se ha quedado estancado.
La idea de crear una Ley hace diez años es totalmente plausible, pero eso no significa que ésta sea perfecta o que no se pueda o se deba actualizar, y menos el hacerlo mirando sólo para un lado. Si buscamos la igualdad, tengamos la facultad de observar que todos somos iguales.