Cierto es que la mentalidad de las personas está cambiando para bien. Los distintos movimientos contra todo tipo de maltrato están proliferando en todos los ámbitos sociales, y eso demuestra que las personas no son tan insensibles como se pensaba ante una situación de indefensión.
Ante un deshaucio, ante un maltrato animal, ante una riña en la calle, ante unos golpes de un padre o madre a alguno de sus hij@s, ante cualquier hecho que consideramos injusto, nos sublevamos, nos manifestamos en contra y si es necesario, gritamos a los cuatro vientos, mientras se crean páginas de recogida de firmas para que ello no vuelva a ocurrir. Es un buen síntoma la movilización de las personas ante actuaciones de superioridad que demuestran que el pasotismo ya no impera entre la gente.
Ahora bien, la escala de valores no considera una pirámide proporcional en esta defensa. Los derechos y deberes llega un momento en el que se confunden y todo se vuelve derecho sin pensar qué quizás las obligaciones que como personas nos asisten, se están dejando a un lado. No todo vale, no todo es permisible y de ahí pueden surgir enfrentamientos (y de hecho surge) entre diferentes grupos que piden su derecho, aún a costa de pisotear el de los demás.
Ultimamente, los desgarros ante situaciones extremas están tapando lo que realmente importa: el derecho de las personas.
No puedo admitir que una persona que defiende a los animales esté por encima de otra que lo hace por el bienestar de una mujer que está siendo maltratada.. Todo se puede compartir, cada cosa en su sitio, pero es necesario tener las ideas más claras y actuar en todos los campos, sin olvidarnos de ninguno.
Quien quiera manifestarse contra un maltrato animal, que lo haga; pero que no empañe el derecho de nadie a estar en un sitio, que se le informe, que se le eduque en la necesidad absoluta de que los animales tienen un lugar entre nosotr@s y deben ser cuidados, no maltratados jamás y que se luche, sí, pero que al llegar el momento de defender el maltrato que puede sufrir una mujer, no se den la vuelta y hagan caso omiso.
Debo admitir que mi reacción fue de incredulidad ante un despropósito de tal calibre, más cuando jamás he visto que nadie de su entorno se manifieste en las desgraciadamente sucesivas concentración que se realizan contra la violencia de género, cuando no ha querido sumarse al movimiento que llevamos a cabo desde la Asociación Ni Ilunga a favor de la dignidad de las personas y contra el maltrato a las mismas.
Por ello, me indigno cuando pienso que estos grupos de personas que paralizan la vida de los demás porque un perro está siendo maltratado, quizás deberían ejecutar su denuncia, a la que me sumo con agrado, pero que no se olviden que una mujer está siendo maltratada y quizás necesite de su apoyo, porque no está de más que seamos millones en vez de cientos los que nos movemos.
Particularmente no me gustan las sentadas de personas desnudas simulando heridas en mitad de la calle, donde paseamos con los niños, cuando se manifiestan en contra del maltrato animal, porque pueden traumatizar a una criatura que no entiende qué se está haciendo ahí, desnudo, lleno de sangre y vociferando cual enajenado. Y soy la primera que estaría en estas concentraciones si se hicieran como se deben, pero no anteponiendo una opinión sin pensar que no es el lugar adecuando para hacerlo de semejante forma.
Seamos cautos y, sobre todo, pensemos que tan injusto es una cosa como la otra, asi que si estamos para defender una cosa, no nos olvidemos que una persona maltratada está también desamparada; no pasemos de su dolor, porque es un dolor de tod@s.