miércoles, 19 de junio de 2013

¡MORIRAS IGUAL QUE ME MATASTE!

Tan antiguo como el mismo universo es el "ojo por ojo", y países de todo el mundo lo siguen practicando cuando una agresión es sufrida por algunos de los miembros de una comunidad, de una familia.
Deleznable forma de aparcar la justicia que debe implantarse ante un hecho como el que me hace relatar lo ocurrido en Colquechaca (Bolivia) hace solo unos días.
La historia de Leonarda Arias es la de una mujer que decide marcharse desde su país a Argentina a probar suerte y ascender en su vida de campesina, y que debe volver porque no ha podido realizar su sueño. A pesar de su frustración, decide no desistir y se inscribe en La Paz para realizar el bachillerato y una vez terminado éste, aún teniendo ya 37 años, no decae en su empeño y comienza a estudiar Derecho para ser abogada, la primera de la familia, y la primera mujer de su entorno que terminaría con una licenciatura.
Ante la enfermedad de su padre, debe aparcar momentáneamente sus estudios y dedicarse al campo y a los animales. En ese entorno percibe la hostilidad de la familia Ramos, cuyos miembros deciden ocupar las tierras de la familia Arias para que pasten sus reses. Hecho que culmina con el enfrentamiento entre las dos familias.
En una ocasión, Leonarda es agredida por la hija mayor y dos de los hermanos más pequeños de la familia Ramos, quienes le hacen comer tierra, después de golpearla salvajemente. Leonarda denuncia el hecho y debe permanecer un tiempo en cama hasta que su estómago se recupera.
El pasado día 2 de junio, Leonarda debe cruzar las tierras para dirigirse al pueblo más cercano, cuando se cruza con otro Ramos, concretamente con Santos, de apenas 17 años de edad, quien la increpa, la golpea, la viola y decide emular a su hermana, haciéndole comer tierra. Pero Leonarda no puede soportar tanto sufrimiento y muere.
Sus familiares denuncian su desaparición a las autoridades locales, pero emprenden una búsqueda que no cesa hasta que localizan el cuerpo sin vida de Leonarda Arias, semienterrado, lejos del camino donde sucedió el caso. Ni cortos ni perezosos, avisan del hallazgo y se lanzan a la búsqueda del agresor.  Tras el hecho, la policía localiza al padre de Santos y a éste y, a base de golpes, consiguen que el muchacho relate lo sucedido, liberando a su padre y reteniendo al chaval en las instancias policiales. Pero la rabia de los familiares de Leonarda es superior a cualquier orden, y consiguen desencarcelar al muchacho a quien se llevan atado ante el ataúd de la chica y lo mantienen allí durante todo el velatorio.
Llegado el entierro, Santos Ramos debe seguir el cortejo fúnebre, temiendo un desenlace que escucha a un familiar comunicar al padre de la chica muerta: "será boca abajo".
Leonarda Arias es enterrada y antes de echar tierra sobre el féretro, en un cementerio tomado por cientos de familiares y vecinos medio ebrios, para evitar la entrada de la policía, empujan al muchacho que suplica el indulto a la vez que pide perdón, y le colocan sobre el ataúd de Leonarda. Boca abajo, de espaldas al padre Sol y para que lo último que vea sea a su víctima.
La tierra cae sobre su cuerpo en movimiento y los gritos son amortiguados por una mordaza que le impide tragar la tierra que algunos familiares solicitan. Pero el cuerpo queda inmóvil en poco tiempo y se continúa con el enterramiento.
A fecha de hoy, la familia de Santos Ramos intentan desenterrar el cuerpo de su hijo para darle cristiana sepultura según los cánones establecidos, puesto que después de la ceremonia, el adolescente fue sacado de la tumba común y enterrado en un apartado del camposanto.
Las autoridades saben que la familia de Leonarda abandonará el poblado y que lo ocurrido no es más que un síntoma más de la incivilización de las costumbres adquiridas por los habitantes ancestrales de la zona.
En Bolivia habían descendido el número de casos de linchamiento, que en 2007 se cifró en 57; pero actualmente se está volviendo a este tipo de violencia, sencillamente porque uno debe de pagar lo que hizo por el "ojo por ojo", dejando a la justicia para "otras cuestiones".

lunes, 17 de junio de 2013

EL ALCOHOL NO PEGA, EL HOMBRE SI

Cuando una mujer es agredida en cualquier parte del mundo, un retroceso en nuestro avance social se está produciendo. Y eso ocurre muchas veces en un minuto. Imaginemos lo que puede llegar a significar que un hombre transforme todo su odio, su impotencia, su incultura y su rabia en un solo golpe. Un hombre que, muchas veces está amparado por la bebida, por las drogas en general, y que algunos países excusas y justifican como atenuante, incluso, acusando a la propia mujer de haberle provocado.
Y todo vuelve atrás, todo se retrotrae al momento en que el hombre vuelve a ser animal, peor incluso que éstos, y una mujer llora de dolor físico, de impotencia y de agravio moral. Muchas de estas mujeres me han preguntado: ¿por qué yo, por qué a mí?.
La que realmente avanza en este aspecto es la mujer. Ella sabe que sus sueños se han desmoronado con un solo golpe, pero también saca fuerzas para salir adelante y, mientras busca respuestas que no va a encontrar, intenta sobrevivir y alejarse de su agresor mientras tiene que hacer una tarea de las que tiene encomendadas por el simple hecho de ser mujer: actuar.
Una mujer tiene que actuar para no ser agredida. Y un hombre vuelve a beber y con ello se escuda en el alcohol para hacerse notar el macho de la manada, pensando que el someter a una mujer a su voluntad, es un premio y un reconocimiento social.
"La culpa es de la bebida". Cuántas veces habré yo oído esa frase. Hasta las propias mujeres buscan un responsable fuera de quien realmente lo es. Y no me canso de repetirles que la bebida no es el problema, el problema es el hombre, porque jamás pierde la conciencia, sino que esconde la vergüenza que el hecho en sí pudiera reportarle (cosa que realmente dudo) y borracho agrede hasta la muerte en alguna ocasión, a quien un día prometió amor eterno.
No nos engañemos, el atenuante de la bebida no lo es, como no existe nada que pueda minimizar la pena a la que un agresor debe ser sometido.