Aún queda mucho por hacer. Todavía la mujer no tiene su salario igualado al de su marido; aún el hombre no disfruta de un permiso de paternidad equiparable al de la mujer; y lo que es peor: aún sigue el maltrato en esta sociedad patriarcal y machista; aún continúan mujeres sintiéndose machacadas y viéndose relegadas a un segundo plano respecto a sus parejas, sintiéndose más un muñeco que una parte de la familia. Y esto es algo urgente con lo que hay que acabar.
Esto es dar un pasito para adelante y dos para atrás. Cuando creemos que la mujer moderna está venciendo estos estereotipos y se sitúa en la otra mitad de una familia, con sus decisiones tomadas en cuenta, su participación en la economía, en los hijos y en el entorno, con un cincuenta por ciento respecto a su pareja.
Pensábamos que la mujer que está entre los cuarenta y cincuenta años, con estudios superiores, posición social elevada, etc. ya había vencido el yugo que la aprisionaba de su marido y que no la dejaba crecer, nos damos cuenta de que no es así.
Por desgracia, hay mujeres que se atribuyen ese papel por interés. Hay actos y actitudes que hacen que la mujer se refugie en la figura de sumisa a fin de evitar los males que la sociedad practica a las personas inteligentes, a las fuertes, a las que prefieren sentirse víctimas a fin de no tener responsabilidad en este tema, pero a las que se les atribuye un delito.
Una mujer de este siglo ya no es una mujer sumisa, no es la que por amor lo hace y lo da todo. Eso se llama tonta si tiene la categoría de Cristina de Borbón; en otros casos lo llamaríamos maltrato, y no voy a permitir a esta Infanta por muy hermana del Rey que sea, que eche mano de una forma de vida amargada de miles de mujeres en todo el mundo, para defenderse del sistema judicial. Y no se lo voy a permitir porque soy mujer y porque son muchas las personas que luchan diariamente para que las féminas salgan de un enclave machista y que tomen sus propias decisiones, siendo conscientes de su realidad y la de su familia.
Esta actitud "real" es una puñalada a la lucha contra la violencia psicológica que lleva a cuestas la mujer que quiere salir de la presión del marido y ser útil, y pensar, y opinar y ser libre, al fin y al cabo que es de lo que se trata.