Que nadie se asuste sobre lo que estoy diciendo. Hay cientos de casos que refrendan mis palabras en cuanto a la relación de la religión con el maltrato a la mujer, de hecho en este mismo blog ya lo he dejado por escrito. No creo que podamos hacer buenas personas basándonos solo en los valores de la Biblia.
Este mismo año, María tuvo que acudir a la sede del Tribunal Eclesiástico Metropolitano, en el Arzobispado de Madrid, porque su ex marido ha solicitado la nulidad matrimonial.
En el informe pericial donde quedan reflejadas las pruebas sobre las cuales se emite la sentencia, queda reflejada la tensión vital que esta mujer había padecido junto al padre de sus hijos. Cuenta el hecho de haber recibido patadas mientras estaba en el suelo, a la vez que él le gritaba:"levántate, zorra", que le decía que ella era una mierda, que le tenía que dar las gracias por lo bien que vivía, que sin él no era nadie. Hasta delante de amigos comunes, un día le dijo "Te voy a machacar. Te voy a dejar tirada en el barro", y así frases que evidencian claramente un maltrato psicológico y a veces hasta físico. Además, tenía que hacer un informe sobre la ingesta calórica de los niños, con quienes solo podía jugar en silencio para no molestar.
María, como ya he dicho, católica practicante, acude este pasado 16 de febrero, con la reminiscencia propia de sus creencias religiosas, a la citación con el Tribunal Eclesiástico, donde se queda completamente perpleja con las preguntas que le hace el religioso que hizo la veces de juez instructor para la nulidad que había en marcha.
-" Usted se casó por el dinero que tenía Alberto"
-"Los insultos que le profirió su marido, son actos normales cuando una persona está enfadada"
-"Las sentencias que Ud. trae son fotocopias, no son originales. Además, su marido dice que son mentira"
-"¿Seguro que usted no le provocaba para que le pegase?"
-"Y si le pegó, ¿cómo es que usted no se defendió?"
Y así una hora entera donde María no daba crédito a lo que estaba pasando. Salió de allí con la nariz roja de tanto llorar y tratando de entender a ese "personaje" que ponía en duda todo lo que ella decía, defendiendo constantemente la actitud de su marido ante los malos tratos recibidos por su parte.
Esto es solo un caso más que constata que la educación de nuestros hij@s no podemos dejarla en manos de personas que creen en el hecho de que el matrimonio es para toda la vida, y donde la mujer debe ser una persona sumisa a la que se le puede maltratar física y psicológicamente, simplemente por ser mujer y objeto de poder, al antojo de cualquier desaprensivo.
Si se es libre, no hay que elegir, sino fomentar la convivencia, y el hecho de que la escuela y el instituto son las bases del conocimiento, no de la prevaricación en favor de una u otra asignatura, debe hacernos pensar que la decisión no es ninguna tontería; sobre todo cuando nuestro sistema educativo permite que los niñ@s puedan acudir al tipo de colegio que quieran a fin de cumplir con los parámetros credenciales de sus progenitores. Pero no en la escuela pública, por favor.