Rawan se casó bajo una ceremonia familiar donde nadie se
percató de lo horrendo de la situación. Todo era felicidad menos para la niña
que, aún no convertida en mujer, tendría que hacerse al frente de una casa y de
un marido que bien podría ser su abuelo.
Llegó la noche de bodas y Rawan no pudo soportarlo. Murió
debido a un desgarro interno al mantener unas relaciones sexuales para las que
su cuerpo no estaba preparado.
Aún así, la justicia no ha actuado de forma correcta, para
ser mas exacto, de ninguna forma, pues ha sido a través de organismos
extranjeros que han pedido el castigo inmediato para la familia de la niña y
del marido de Rawan, cuando parece ser que “algo” se ha movido en Yemen.
No es el único caso. En julio, Nada al-Ahdal de 11 años, se
fugó de su casa y denunció a su familia para evitar un matrimonio forzado por
dinero.
Se prevee que entre 2011 y 2020, más de 140 millones de
niñas se convertirán en mujeres antes de alcanzar la edad de dieciocho años,
puesto que cada día se casan en el mundo 39.000 niñas menores de edad.
Por eso, respetando otras costumbres y amparándome en el
derecho a decidir sobre las creencias y la propia identidad de cada uno,
recrimino desde aquí que, conociéndose esas cifras aberrantes, no se haga nada
desde la comunidad internaciones y se siga amparando el uso del burka en
occidente o ablaciones a niñas o matrimonios concertados. Mientras no digamos
basta de forma seria y contundente, millones de mujeres en el mundo seguirán
muriendo en vida por actuaciones machistas permitidas por nuestro supuesto
mundo civilizado.