Es un porcentaje desmesurado. Aquí no solo entran los cuatro cabestros sin conciencia ni sentimientos, sino que entran muchísimos más hombres. Caben en esta cifra desde las altas esferas hasta los susodichos, sin olvidarnos de ilustres y dirigentes políticos y la maltrecha clase media.
Sólo hay una cosa que está clara: nos falta educación. Ya no se trata solo de mujeres, sino de personas. La falta de respeto, el rechazo al otro, la ausencia de empatía, la necesidad de sentir lo mismo que proporcionamos, es la llave que debe cerrar cualquier puerta al maltrato.
Y me dicen que sí, que se educa, que se llevan programas a universidades, que se habla con chavales de doce años en adelante, que se investiga en las causas, que se persiguen las brutalidades. ¿Y aún ocurren casos de asesinato en dosis elevadísimas entre las mujeres que viven en España?
No busquen más, no sigan tirando dinero entre gente que está ya formada, entre cabezas cuadradas que no asimilarán otro pensamiento que el ya adquirido durante la infancia. Busquemos la solución entre las primeras generaciones, implantemos programas educativos muy específicos entre niños pequeños, divulguemos la igualdad más que la religión, enseñemos la autonomía más que la dependencia y la protección, hagamos programas educativos donde se vean como personas pequeñas pero necesarias e independientes. No resolveremos el problema a corto plazo, eso es imposible; pero sí podemos lograrlo de aquí a unos años. Entonces quizá sigan apareciendo porcentajes de hombres que creen que las malas formas son fruto de la convivencia, pero os aseguro que el porcentaje bajaría considerablemente.