lunes, 30 de junio de 2014

¿CENICIENTAS O CALABAZAS: CUÁL ES LA REALIDAD?

Todavía existe gente que piensa que la violencia de género es un hecho que sucede lejos de su entorno. ¡Cuántas mujeres callan aún tras las cortinas corridas de sus casas! Mujeres que, como tú que lees esto, habían pensado que su relación de pareja sería como el cuento de la Cenicienta. De ahí el nombre de este blog: "de calabazas y cenicientas"; porque las féminas seguimos apostando por el amor y por la historia que vemos en el cine.
El problema surge cuando la historia se da la vuelta, cuando la calabaza no aparece a las ocho de la noche, antes de irnos al baile, sino que, por más que le hagamos zig-zag con la varita mágica, jamás se convierte en lo que soñábamos.
Hay que ser más realistas.
Durante muchos años nos han hecho creer que nuestro papel en la sociedad es fomentar el papel de una irrealidad y vivir de él. Hemos dejado que los sueños prevalezcan sobre la verdad, que las expectativas sobre el ser humano, sean muy altas. Pocas son las mujeres que sueñan y viven ese sueño, porque soñar es una cosa y vivir es otra.

La primera vez que discutimos, pueden hacernos creer que la culpa es nuestra. Quizás lo sea. La segunda vez pensamos que quizá el sueño no sea tan real. La tercera bronca nos puede hacer aprender dos cosas, que la relación no funciona, o que nos está manipulando nuestra pareja, a fin de parecer que siempre somos la parte negativa de los dos. La moneda se da la vuelta y aparece la cruz.
Aquí debería decidir una mujer qué hacer, qué quiere, qué esperaba de una relación. No esperar a una cuarta, a una quinta vez. La vida no es eterna, ni larga; ni nadie tiene el derecho a levantar la voz contra otra persona. Ni tú a él, ni él a tí. Simplemente hay cosas que no funcionan, aunque nos empeñemos en hacernos creer que son hechos aislados.
Y cuando te levanta la mano. Ahí el sueño sí que ha desaparecido. Una bofetada debe servir para hacernos ver la realidad. Pensar que ha llegado el fin de la película y que nos equivocamos de film. Una agresión es imperdonable, es injusta, es discriminatoria y es, en definitiva, bajar un escalón que, como mujeres, nos costó mucho subir.
Y seguimos perdonando y dando tiempo, simplemente por amor. Como decía el escritor Joël  Dicker: "el amor es una excusa creada por el hombre para que alguien le lave la ropa" ¿y si fuera cierto? Estoy convencida que algunos hombres así lo creen, que se inspiran en el machismo puro y duro y en el ansia de una mujer por tener a alguien a quien pertenecer, que se aprovechan de esa circunstancia. Y el problema no es de ellos, es nuestro, de las mujeres que sucumbimos a promesas irrealizables por el simple hecho de amar y ser amada, aunque sea con los parámetros de otros.
Cuando me refiero a mujeres que lo están pasando mal, que continúan viviendo en un sueño, y que perdonan una y otra vez a quien les está haciendo la vida imposible,  simplemente hay que coger un periódico de un día cualquiera, como yo hice ayer mismo, y me encuentro con  un hombre de Elche (Alicante) que ha rociado a su ex pareja con un ácido en la cara y en el pelo en un pequeño pueblo cercano, Torrellano. Y era una chica normal, con sueños normales.
Si continuo revisando las noticias, descubro que en Torremolinos han detenido a un hombre por pegar con rabia, en mitad de la calle a su pareja, mientras ella gritaba y pedía ayuda.
¿Ese es el sueño que perseguimos? ¿Esa es la cenicienta en la que nos empeñamos en convertirnos cueste lo que cueste?
Hay que despertar, dejar el vestido de tul a un lado y poner los pies en el suelo, con la fe viva en creer que tú, mujer, eres única, auténtica e irrepetible, que te quieres y que nadie lo va a hacer como tú misma.
El mejor método para acabar con el maltrato a la mujer es empezar a ser una misma, a creerse importante para tí misma, y defenestrar todo aquello que pueda herirte, aunque sea el príncipe que un día apareció en tu vida y del que esperabas más besos de los que llegaron, y más abrazos de los que se produjeron.