miércoles, 16 de abril de 2014

SALVAME Y NO ME DATES

Siempre he afirmado que la mujer no es un dato estadístico. Así aparece en la portada de mi libro ¡Zorra!. Pero parece ser que la información que llega a las féminas continua amparada por un % de denuncias, delitos, fallos judiciales, órdenes de alejamiento, etc.
Así los datos marean, ninguna mujer puede sentirse identificada, y creo, sinceramente, que la información que debe llegar a una persona maltratada, tiene que ser mucho más sensible con su situación.
Cuando alguien está recibiendo golpes, de poco importa que esté dentro del veintitantos por ciento que los reciben en su país; si pone una denuncia, tampoco le interesa saber que es una más del tanto por ciento que lo hace en la misma comisaría; si asesinan a una amiga, de poco le sirve conocer que tras ese entierro, aumenta considerablemente el tanto por ciento de mujeres enterradas por violencia de género.
Los porcentajes solamente sirven para reprochar a la cara de los dirigentes en la materia, que no están haciendo nada, o que las cosas que ejecutan no son las que se deberían emprender.
Hasta la Guardia Civil se ha quejado de que casi la totalidad de los agentes que atienden a víctimas de la violencia de género, no están cualificados para dicha tarea, que no saben qué hacer, qué decirles, cómo apoyarles.
Hay veces que quien, por supuesta capacidad según su puesto de responsabilidad en este tema, acude a ayudar a una víctima de violencia de género, y lo único que hace es empeorar su estado. Todo por falta de capacidad, de involucración o de preparación. Yo siempre me inclinaré por esto último, puesto que me cuesta mucho creer que alguien ejerza una profesión por obligación y no por devoción, cuando de materia tan delicada como esta se trate.
Estamos en una sociedad conformista, donde la culpa no es en absoluto de quien recibe el mensaje, sino de quiénes y cómo lo dan.
Cuando una persona maltratada quiere denunciar, la pregunta es ¿después qué? Y a ello suelen saber responder muy pocos, porque no hay medios para solucionarle el problema, porque la justicia determina que vuelvan a su hogar a esperar otra paliza o, sencillamente, no saben qué hacer, dónde enviar a la víctima porque carecen de la información necesaria para responderle.
Ayer mismo, un juzgado de Barcelona, admitía a través de las pruebas forenses, que la última fallecida a consecuencia de violencia de género en esta provincia, lo había hecho a raíz de sufrir un aneurisma cerebral. Esto motivó que su pareja, acusada por el juzgado de violencia de género correspondiente, fuera puesto en libertad sin cargos.
¡Qué bien! Daba igual que esta mujer ingresase en un hospital con magulladuras y golpes por todo el cuerpo, hecho que motivó el  poner en marcha el dispositivo de alerta ante una situación de violencia de género. Pero parece ser que no. El juez debería pensar que las vacaciones de Semana Santa estaban próximas y pasando el tema a otro Tribunal, no de violencia de género, estaría un poco más libre.
Todos sabemos que el aneurisma cerebral se puede provocar por un golpe en el cráneo, amén de otros problemas congénitos del paciente. Asi que si sumamos la entrada en el hospital por lesiones y la muerte por aneurisma, dos y dos son cuatro. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Una cosa es cierta, estas mujer no entrará en ninguna estadística y así todos los que realizan las estadísticas estarán un poco más contentos. Por eso opino que no sirven de nada los número frios y calculados, límites a los que llegar y a los que no, variables y datos que al final nos estampan en nuestras propias narices, tras leer informes de la Unión Europea, que hasta los datos enviados por nuestro país son falsos.