Este grupo de pastores nómadas, compuesto aproximadamente
por 9000 miembros, basan su economía en el ganado y la agricultura, sobre todo
de cultivos que soporten la sequía, que junto a las guerras tribales y las
enfermedades epidémicas, conforman una dura subsistencia.
Volviendo a sus mujeres y a su seña de identidad, se sabe
que el hecho de ponerse el plato en el labio se debe a una deformidad buscada,
en un principio, para que los invasores y cazadores de esclavos no quisieran
llevarse a las mujeres del poblado, para después convertirse esta arma de
disuasión, en un símbolo de belleza dentro de su tribu.
Cuando una chica alcanza los 15 ó 16 años, se corta el
labio y pone un tapón hasta que cicatriza la herida (esto suele durar unas 3 ó
4 semanas) para después poner un plato de madera que con el tiempo se irá
agrandando y cambiando por uno de barro que ellas mismas fabrican en hornos de
leña.
Para que el plato sea fácil de introducir se rompen
cuatro dientes inferiores con un palo o a través de un trozo de hierro que
ponen en los dientes para luego golpearlo con una piedra. También suelen
perforar las orejas para introducir otro plato en ellas y agrandarlas.
El primer plato que se pone la niña suele tener 4 cm de diámetro. El plato lo
realiza cada mujer y cada una lo decora de una manera distinta. Los platos van
aumentando desde 4 a
unos 22 centímetros .
Entre los platos de arcilla los
hay de cuatro tipos: de un color rojo, marrón rojizo, negros, de arcilla
natural o blanco. El plato rojo se elabora poniendo ascuas y cubriéndolo con
corteza de un árbol del lugar. El plato negro se frota con hierbas o se quema
con lomay, una planta medicinal que también se aplica en las heridas
ocasionadas por la perforación de las orejas, las marcas de cicatrices o los
labios cortados. Hay unos platos de madera que los hacen solamente los hombres.
Son los platos más grandes y los más bonitos. Los utilizan las niñas mursi
solteras. En la actualidad, estos platos solamente se encuentran en el sur.
Aunque normalmente todos los platos son redondos, se puede ver alguno de forma
semitriangular. Ante la presencia de turistas, es bastante común ver como una
mujer mursi le presta a otra el plato para sacarse una foto.
Junto al ritual
del plato, que supone la iniciación como mujer, también se hacen la
clitoridectomía o extirpación del clítoris, exigido por los hombres antes del
matrimonio.
Son un pueblo muy hostil y muy cerrado dentro de sus
propias costumbres, y ni misioneros ni antropólogos han podido inmiscuirse con
total tranquilidad en su forma vida a fin de estudiar sus costumbres.
Lo que si han aprendido es que la belleza de sus mujeres
les puede proporcionar una ayuda económica extra, y por ello cada vez que
alguien quiere fotografiarlas, debe pagar por hacerlo, por término medio un par
de euros por unas diez fotografías.
El oficial del ejército italiano Vittorio Bottego en 1899
fue quien descubrió estas tribu, y hablaba así de las mujeres mursi: “Se
encuentran algunas con grandes agujeros en la oreja o en el labio inferior,
donde ponen discos de madera de un diámetro de, aproximadamente, cinco a seis
centímetros…”.
Como vemos, la belleza es algo completamente subjetivo y
lo único que importa es que la mujer se sienta bien, independientemente de que
algunos veamos aberraciones en algunos actos, igualmente los demás pueden decir
que es una salvajada hacerse una operación para aumentarse el pecho y así estar
más guapa. Cuestión de culturas.