Con diez minutos de atención personalizada, proclaman, serían mucho más fácil detectar muchos más del 5% de los casos que hasta ahora se descubren.
Es un hecho constatado por todos y todas los que acudimos a una consulta de nuestro médico de familia, que las salas de espera están llenas de gente, y que nosotros mismos nos desesperamos si el médico tarda más de cinco minutos con cualquier paciente.
Por ello, creo que es muy necesario pedir a la administración sanitaria, que incremente el número de profesionales de este sector que estén concienciados y preparados para resolver problemas que pueden resultar evidentes, pero a los que las víctimas tienden a esconder, bien por desconocimiento, bien por miedo, bien por ambas razones.
Considero este razonamiento muy interesante y a la vez importante, puesto que si el facultativo se dedica a recetar antidepresivos sin ir más allá en las causas que han provocado un diagnóstico depresivo, es fácil que la mujer se sienta cómoda, que no segura, y calme su ánimo escondiendo el problema que sufre tras la puerta de su casa.
El deber del profesional es estar preparado para estas situaciones de violencia de género enmascaradas con las que se puede encontrar en una consulta, pero también lo es de una administración seria y realmente concienciada, el facilitar estos minutos de más que harían mucho más fácil el descubrimiento del por qué una señora tiene depresión o alega tantas caídas por las escaleras.