Cuando estuvo a mi altura, entorné los ojos esperando un beso en la mejilla, pero lo que acudió a mi cara fue una llamarada, un latigazo que me dejó paralizada. Sin mediar palabra me había pegado. Con mi mano sobre su huella en la cara, le pregunté con un nervioso por qué?. Y él simplemente me dijo: Mis asuntos personales son míos, y no me gusta que nadie los publique en Facebook.
No le entendí al principio, pero después recordé que había puesto una frase de alegría desorbitada después de aquel beso en la famosa red social.
No podía dejarle irse sin más. Le quería y por ello le pedí perdón. Con odio, me contestó que dónde iba con aquel aspecto de puta, que a él le gustaban las mujeres que se destapaban en el interior de sus casas, y no en la calle. Si quería ir con él debería ir a cambiarme rápidamente.
Hoy, cuando cumplo los dieciocho, no le he invitado a mi fiesta. Los moratones no se pudieron esconder y mis padres tomaron cartas en el asunto. Le faltan unos días para salir de prisión y tengo miedo".
Este relato me lo describía una chica atemorizada, quien me permitió publicarlo pero sin desvelar su identidad. Juzguen ustedes.
El chico ha salido de prisión y ahora es ella la que vive en una cárcel, con apenas 18 años está asustada, ha dejado los estudios y piensa en marcharse lejos, dejándolo todo, por el miedo a que vuelva a pegarle y a hacerle las salvajadas que la convirtieron en una auténtica esclava, y que no he querido relatar porque podrían herir la sensibilidad de algunas personas.
Animo, es lo único que te puedo decir desde aquí. Prometí escribirlo sin delatarte, y lo he hecho.