miércoles, 6 de febrero de 2013

Con un par de pantalones


El 29 de septiembre de 2010 ya apareció en la prensa internacional que las mujeres podían llevar pantalones en Francia sin cometer delito. Ayer se ratificó la derogación de esta Ley ancestral, que data de 1800 y donde se prohibía encarecidamente a la mujer utilizar el atuendo masculino.
Para usarlo tenían que pedir un permiso administrativo, un certificado de salud y solicitar la rúbrica de un funcionario.
La anécdota protagonizada por la ex ministra de Justicia francesa, Michele Alliot-Marie a quien se le negó la entrada en el Parlamento en 1972 por acudir con pantalones y contestarle al oficial de seguridad que “si es mi pantalón lo que os molesta, me lo quito ahora mismo”, haciendo que el pudor ajeno que pudo sentir el funcionario la dejase pasar a la sala, comenzó a calar para la derogación de la estricta medida
El pantalón siempre ha sido un símbolo de poder, de irreverencia sino lo usaba un hombre y, precisamente en el país galo fue donde, primero George Sand que se atrevió a pisar la calle casi a diario vestida con él; y luego el modista Yves Saint Laurent en 1966, quien lanzó el esmoquin femenino, siendo acogido con gran éxito entre su público, hicieron que se transformara en costumbre el que una mujer vistiese con pantalón.
El uso de esta prenda siempre ha tenido graves conflictos. Por ejemplo, en Sicilia (Italia) hay zonas donde está terminantemente prohibido el uso del pantalón por parte de la mujer, pues interfiere en su femineidad, siendo comparable con las iglesias pentecostales que, aún hoy, consideran un agravio que la mujer quiera vestir como un hombre y viceversa, puesto que, según ellos, ello puede conferir una actitud de vida homosexual, nada recomendable para sus sociedades. Quizás se deba a la interpretación que se puede hacer de la Biblia en el Deuteronomio 22:5 “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominaría a Jehová, tu Dios”. Pero no olvidemos que en aquella época los pantalones no existían.
El final de los sesenta marcó una época donde la revolución hippie, la guerra de Vietnam, la entrada de la mujer a la universidad, la lucha contra el racismo y tantos otros movimientos, solicitaban un cambio en el vestuario, sobre todo femenino y alli estaba para representarlo el pantalón vaquero.
Atrás quedó la época en la cual la mujer tuvo que vestir de pantalón obligatoriamente durante las dos Guerras Mundiales, para acudir a las fábricas y ocupar el puesto del marido; pero bien es cierto que al terminar el conflicto bélico, ésta volvió al hogar y adoptó una vestimenta extremadamente femenina, retornando a una época controlada por el machismo.
El pasado 3 de julio, Loubna Ahmed fue detenida en Sudán, junto con otras mujeres, por llevar pantalones, hecho castigado en el Código Penal de ese país con 40 latigazos en público y una multa de 73€.
            Loubna es periodista y trabaja en Naciones Unidas, pudiendo alegar por su cargo, inmunidad, pero no ha querido y ha presentado alegación al castigo, eso si, dimitiendo antes de su cargo y teniendo el apoyo de Francia y de varias organizaciones defensoras de los Derechos Humanos. No lo ha conseguido. Ha sido declarada culpable y tendrá que abonar 145€ para librarse de los latigazos, pero no ha podido con el artículo 152 del Código Penal sudanés y así liberar a la mujer del fanatismo religioso y machista que impera en dicho estado.

lunes, 4 de febrero de 2013

CLARA

Han sido muchos los testimonios que he recogido para escribir el libro ¡Zorra!, pero hay uno entre todos que, quizás por su cercanía, me llamó mucho la atención. Me refiero a esa vecina, esa amiga que tras una simple conversación, descubres que es un claro ejemplo de que está sufriendo un maltrato inconsciente. Por eso incluí su relato dentro de las dieciocho historias que componen el libro. Aquí os dejo el extracto que publiqué para que vosotros mismos juzguéis y os deis cuenta de lo cercano que está el tema entre quienes nos rodean y queremos.


CLARA

Clara es esa amiga de toda la vida con la que tienes una confianza limitada pero puedes contar con ella para lo que quieras. La típica chica que se casó porque llegaba la edad, enamorada, eso sí, pero que tenía el destino claro. Su meta era casarse y tener hijos. No por una convicción religiosa, que dudo la tuviese, pero sí por poner en práctica lo que en su casa le habían inculcado y, ante todo, buscando su propia comodidad.

Quedé con ella un sábado por la mañana cerca de nuestras respectivas casas,  para hablarle de este proyecto y no me costó nada convencerla de que me hablase de su punto de vista al respecto. Tan sólo quería una opinión amable de tertulia de café. Sin embargo, lo que no me esperaba fue lo que ocurrió. Es una de esas cuestiones que se recogen porque la grabadora está encendida, y lo que pudo quedar en una anécdota sin importancia, me pareció que podría ser digno de reseñar. Todo comenzó con sus palabras.


He leído un libro sobre los talibanes que me ha impresionado mucho. Fíjate como tratan a las mujeres, se piensan que son sus esclavas, que no tienen sentimientos. ¡Ostras, si hasta los perros tienen más corazón que ellos! Decía el libro que una mujer puede ser asesinada porque el aire levante su burka y deje ver unos centímetros de sus pies ¡Qué disparate! Por enseñar un tobillo te pueden quitar de este mundo. Eso es  intolerable. También leí que si sale sola a la calle puede ser apedreada hasta la muerte después de que la hayan violado. Así tan fácil. No pueden estudiar, no pueden conducir, no pueden hablar en público…Creo que lo peor de este mundo no es nacer ciega, ni coja; lo peor es nacer en el seno de los talibanes. Parece mentira que vivamos en el mismo mundo y en el mismo siglo. Estas cosas me irritan, me sacan de mis casillas y hasta me hacen llorar, y por eso, cada vez que veo una manifestación contra esas barbaridades, me apunto y si alguna ONG solicita ayuda siempre doy algo. ¿Qué más puedo hacer? Me da pena y rabia y me siento muy impotente al no poder hacer nada más, no tengo poder para cambiar las costumbres pero creo que esto no puede seguir así. Pobres mujeres. ¿Y es qué nadie puede hacer nada?
(Mientras hablábamos, le sonó el móvil y la grabadora recogió  algunas de las respuestas de Clara a la extraña conversación que mantuvo con su marido)
….
-¡Hola, cariño! Si ya iba para casa, es que había mucha gente en el supermercado y … no, no me he entretenido hablando con nadie, (me guiñó un ojo), te repito que todo el mundo estaba hoy en la calle....Sí, sí, enseguida estoy allí....Claro, claro que te compré tabaco....solo un paquete, no me quedaba más dinero...¡tranquilo, que ya lo he previsto, sí…! Tú hoy fumas y mañana también, pero hijo con el poco dinero que me dejaste no podía hacer más...Por favor, cálmate, sé que me das lo que debo gastarme y te juro que no me he comprado ningún capricho....¿Para comer?....No sé, ¿qué te apetece?...Claro, claro, paella, como a ti te gusta,....Sí fui al supermercado y...¿qué?...te digo que no me queda dinero...te compré el tabaco y....¡No grites, por favor! Sí, claro que he venido paseando ¿Qué? A las dos y cuarto tienes la paella preparada...Un beso, mi vida, adiós
Yo creo que para un poco de verdura me quedará. Bueno daré la vuelta y lo haré rápido, no quiero que mi marido se enfade ¡Voy a ir cargadísima pero le haré la comida que más le gusta!...Es un encanto de hombre....

Me quedé paralizada. Tanto fue así que me lo debió notar en la cara, pero ni ella dijo nada ni a mí se me ocurrió mencionar lo más mínimo sobre lo que acababa de escuchar, fuimos políticamente correctas. Sólo la miré y ella, como si no hubiera pasado nada, retomó el hilo de la narración anterior a la llamada telefónica.
Pobres mujeres las de Afganistán, qué barbaridad...qué trato más denigrante...Menos mal que tanto tú como yo vivimos en un mundo totalmente diferente. Imagínate que te traten así…¡Por Dios!
Si quieres te dejo el libro y lo lees, sacarás mucho para tu tema.
¿Oye, tú crees que se puede tener en acogimiento a alguna mujer talibana?