El 29 de septiembre de 2010 ya
apareció en la prensa internacional que las mujeres podían llevar pantalones en
Francia sin cometer delito. Ayer se ratificó la derogación de esta Ley
ancestral, que data de 1800 y donde se prohibía encarecidamente a la mujer
utilizar el atuendo masculino.
Para usarlo tenían que pedir un
permiso administrativo, un certificado de salud y solicitar la rúbrica de un
funcionario.
La anécdota protagonizada por la
ex ministra de Justicia francesa, Michele Alliot-Marie a quien se le negó la
entrada en el Parlamento en 1972 por acudir con pantalones y contestarle al
oficial de seguridad que “si es mi pantalón lo que os molesta, me lo quito
ahora mismo”, haciendo que el pudor ajeno que pudo sentir el funcionario la
dejase pasar a la sala, comenzó a calar para la derogación de la estricta
medida
El pantalón siempre ha sido un
símbolo de poder, de irreverencia sino lo usaba un hombre y, precisamente en el
país galo fue donde, primero George Sand que se atrevió a pisar la calle casi a
diario vestida con él; y luego el modista Yves Saint Laurent en 1966, quien lanzó
el esmoquin femenino, siendo acogido con gran éxito entre su público, hicieron
que se transformara en costumbre el que una mujer vistiese con pantalón.
El uso de esta prenda siempre ha
tenido graves conflictos. Por ejemplo, en Sicilia (Italia) hay zonas donde está
terminantemente prohibido el uso del pantalón por parte de la mujer, pues
interfiere en su femineidad, siendo comparable con las iglesias pentecostales
que, aún hoy, consideran un agravio que la mujer quiera vestir como un hombre y
viceversa, puesto que, según ellos, ello puede conferir una actitud de vida
homosexual, nada recomendable para sus sociedades. Quizás se deba a la
interpretación que se puede hacer de la Biblia en el Deuteronomio 22:5 “No vestirá la
mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominaría a
Jehová, tu Dios”. Pero no olvidemos que en aquella época los pantalones no
existían.
El final de los sesenta marcó una
época donde la revolución hippie, la guerra de Vietnam, la entrada de la mujer
a la universidad, la lucha contra el racismo y tantos otros movimientos,
solicitaban un cambio en el vestuario, sobre todo femenino y alli estaba para
representarlo el pantalón vaquero.
Atrás quedó la época en la cual
la mujer tuvo que vestir de pantalón obligatoriamente durante las dos Guerras
Mundiales, para acudir a las fábricas y ocupar el puesto del marido; pero bien
es cierto que al terminar el conflicto bélico, ésta volvió al hogar y adoptó
una vestimenta extremadamente femenina, retornando a una época controlada por
el machismo.
El pasado 3 de julio, Loubna
Ahmed fue detenida en Sudán, junto con otras mujeres, por llevar pantalones,
hecho castigado en el Código Penal de ese país con 40 latigazos en público y
una multa de 73€.
Loubna
es periodista y trabaja en Naciones Unidas, pudiendo alegar por su cargo,
inmunidad, pero no ha querido y ha presentado alegación al castigo, eso si,
dimitiendo antes de su cargo y teniendo el apoyo de Francia y de varias
organizaciones defensoras de los Derechos Humanos. No lo ha conseguido. Ha sido
declarada culpable y tendrá que abonar 145€ para librarse de los latigazos,
pero no ha podido con el artículo 152 del Código Penal sudanés y así liberar a
la mujer del fanatismo religioso y machista que impera en dicho estado.