Así pasó en Beniel un pequeño pueblo de Murcia a principio de esta semana. Aunque la chica no era oriunda del pueblo, todo el mundo salió a la calle para sumarse a la tristeza de la comunidad de Mali que vive en la zona.
Pero esta mujer tenía un gran problema: su marido. Ya sabía con esta edad tan temprana, lo que era sufrir; de hecho había acudido a pedir ayuda al Centro para Mujeres del pueblo, había denunciado a su pareja y habían dictado contra él una orden de alejamiento y protección para la víctima.
El nombre de Maimouna pasa a engrosar una estadística vergonzosa en España, donde el número de mujeres asesinadas por violencia de género se acerca a 70, datos desconocidos porque algunas mueren después de dar la noticia (y ya no interesa porque no es impactante) o porque son casos "en estudio".
El resumen que queda de esta triste historia es, sobre todo, el historial vital que van a tener que soportar dos niños que aún no saben qué ha ocurrido, aunque presenciaron una escena donde su padre, con una pata de silla, golpeaba fuertemente a su mujer, hasta que la mató.
Por un lado tenemos las declaraciones de la Consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades de Murcia, Violante Tomás quien dijo que "un maltratador no cambia" y que "la fallecida pidió ayuda en 2013 y en 2014, pero ya no quiso más y no hemos podido hacer nada por desgracia". Después indicó que en esta Comunidad Autónoma se destinan más de dos millones de euros para acabar con el maltrato en la región.
Y me pregunto: Si una mujer maltratada, mientras el agresor esté cerca, sabe que no va a cambiar, y que los Centros de la Mujer conocen estas situaciones; aunque la mujer no lo pida, ¿no hacen nada de seguimiento para tratar de ayudar sin pedirlo?
Quizás una mujer maltratada no pide ayuda por miedo, por necesidad económica de su pareja porque lo que dan las arcas municipales no le llega para mantener a su familia o por un amor ciego nacido de la creencia de que su pareja puede llegar a cambiar.
Aquí fallan los centros de ayuda, falla el uso del dinero para combatir esta lucha indecente y falla, sobre todo, las políticas que se llevan a cabo, porque si una mujer muere, todo el sistema se resiente y debe aprender de sus errores; aunque en este caso los errores son mortales.
Después tenemos las declaraciones de la Presidenta de la Asamblea Regional, Rosa Peñalver, quien instó a los gobiernos a que "en la medida de lo posible, establezcan las medidas oportunas para prevenir, atender y ayudar a las víctimas, familiares y amigos de este tipo de violencia" y que "se puede combatir y cambiar y si todos nos empeñamos, se puede erradicar".
Después salió a la palestra Rafael González Tovar, Secretario Regional del PSOE en Murcia, para afirmar que había que "seguir trabajando y luchando porque la violencia de género desaparezca de nuestra Región, de España y de la faz de la tierra" y añadió "Nos tiene que hacer reflexionar para que avancemos y no permitamos ningún retroceso ni recursos ni en dedicación a este tipo de mujeres que están bajo riesgo, sufriendo calladamente esa opresión, pero que un día, desgraciadamente, pierden la vida". Y se quedó tan pancho.
Le recuerdo a Rafael González, como Presidente del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea Regional, que es el "jefe" de Rosa Peñalver y que, además, la mayoría de los Ayuntamientos de esta región que bajo su bandera, se hicieron con el poder en las últimas elecciones municipales, jamás han respondido a ninguna invitación que les he enviado para trabajar en este tema. Parece que con los CAVI está todo solucionado. ¡Cuánto se equivocan!
Y por último tenemos las declaraciones de Victoria Rodríguez, responsable de Mujer de IU-Los Verdes en la Región de Murcia.
En definitiva, los políticos me merecen un rotundo suspenso en esa situación que no saben y no quieren afrontar y que dejen de lanzarse acusaciones unos a otros, porque mientras, una mujer muere.