Imaginemos
una época gris, donde el hombre era el único ser válido en el entorno familiar,
puesto que las mujeres se sostenían para cuidar de la casa, tener hijos y
educarlos en un constante sometimiento al hombre.
Pero
allí apareció ella, Mary Wollstonecraft. Nacida en Londres en 1759, segunda
hija de una matrimonio de seis vástagos. Fue educada bajo el despotismo de su
padre, Edgard John Wollstonecraft, quien intimidaba constantemente a toda su
familia, sobre todo a su mujer. Se gastó
su fortuna, heredada de su padre, en diversas empresas agrícolas por todo el
país, lo que llevó a su familia a vivir a lo largo y ancho de Gran Bretaña,
hasta 1780, año en que murió su mujer
Con
diecinueve años, María se fue de casa junto a su hermana Eliza, quien estaba
sufriendo maltrato por parte de su marido, y unidas a Fanny, su mejor amiga,
crearon en 1784 una escuela en Newington Green, desarrollando allí su famoso
panfleto denominado “Pensamientos sobre la educación de las hijas” (1787).
Después de aquella experiencia en la educación, unida al fallecimiento de su
gran amiga Fanny, María decide marcharse
y es contratada por la familia de Lord Kingsborough, en Irlanda para educar a
sus hijos. Allí estaría hasta 1787, cuando se marcha a vivir a Londres para
iniciar una carrera literaria.
En
1788 se convierte en traductora y asesora literaria de Joseph Johnson, editor
de textos radicales, infundiendo así en Mary la necesidad de expresar la
opresión sufrida como mujer por parte del género masculino.
En 1792 publicó un importante
trabajo que abogaba por la igualdad de sexos y que se denominó “Vindicación de
los Derechos de la Mujer ”.
En esta obra Mary aborrece las nociones predominantes masculinas y habla de que
las mujeres son adornos indefensos del hogar. Dice que la sociedad genera
“brutos” y que una existencia esclavizada hace que las mujeres se sientan
frustradas y que se transformen en tiranas sobre sus hijos y sirvientes. La
clave que propugna es la reforma educativa, dar a las mujeres acceso a las
mismas oportunidades educativas que los hombres. Las ideas de su libro eran verdaderamente revolucionarias
en su momento y causó una gran controversia.
En
1792, mientras visitaba a unos amigos en Francia, conoce al capitán Gilbert
Imlay, un comerciante de madera americana y aventurero y ella accede a
convertirse en su concubina. A raíz de aquella relación, Mary queda embarazada y
da a luz en 1794 a
una niña a quien puso el nombre de Fanny, en honor a su amiga fallecida. Mientras
amamanta a su niña se dedica a escribir una crítica conservadora de la Revolución Francesa ,
donde se habla severamente este hecho histórico. Después del parto, la pareja inicia un viaje
de cuatro meses a Escandinavia, como
marido y mujer, aunque sin casarse. A su vuelta Mary intentaría suicidarse tirándose desde el Putney Bridge, porque
Imlay la había abandonado, dejándola sola con la niña.
Pasado
un tiempo, Mary conoce a William Godwin, fundador del anarquismo filosófico,
quien compartía con ella la creencia de la tiranía del matrimonio, pero a pesar
de ello, la pareja se casa porque Mary está de nuevo embarazada.
En
1797 nace su hija María (conocida después como Mary Shelley, autora de
Frankestein) y ella muere en el parto.
Nos
quedamos con sus escritos, con su trabajo, hartamente crítico con la época en
cuanto al papel que la mujer tiene en el siglo XVIII. Fue una radical en el
sentido que ella deseaba cerrar la brecha entre las actuales circunstancias de
la humanidad y la perfección final. Fue hija de la Revolución Francesa
y propugnó una nueva era de la razón y de la benevolencia, dándose a la tarea
de ayudar a las mujeres a lograr una vida mejor, para ellas primero, después
para sus hijos y por últimos para sus maridos; pero todo a través de la
educación igualitaria. Por supuesto, se tardó más de un siglo en recoger sus
ideas y en divulgarlas de manera no crítica, sino constructiva.
Aún
hoy se la considera una heroína y su biografía comparte estancia con las de
otras mujeres que enarbolaron en su momento la bandera del reconocimiento a la
mujer, como un ser igual al del hombre.
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