El teléfono móvil se ha convertido en el diario íntimo de
otras generaciones. La llave de aquellos libritos que completábamos día a día y
después cerrábamos bajo una llave que colgábamos del cuello, son ahora aparatos
móviles, con clave de acceso y una información que, lejos de ser personal, sí
continua siendo íntima de forma engañosa, al ser compartida por decenas,
cientos de amigos de los que apenas se conoce poco más que su nombre, y si éste
no es ficticio.
Los datos que me llegan a diario escandalizan.
Si pudiéramos acceder a los mensajes que nuestros
adolescentes se envían de forma continuada, nos echaríamos las manos a la
cabeza comprobando las barbaridades que se dirigen en forma de caracteres
informáticos.
El ciberacoso está plagando nuestra sociedad, estamos
creando una generación que admite el maltrato psicológico como algo normal.
Donde los adultos vemos síntomas alarmantes de control, los
jóvenes ven síntomas de amor por parte de su pareja.
Saber dónde estamos, qué estamos haciendo, cuando nos hemos
conectado por última vez, son síntomas de relaciones imperfectas, no de la
libertad que debe llenar anexa toda relación amorosa.
Nuevos términos se asocian a estas formas de relacionarse: “ciberacoso”
o acoso a través de las redes sociales; “grooming”
o acoso sexual en la red; “sexting” sexo en la red.
Tenemos que ser conscientes que en 2012, el 60% de las
llamadas que se recibieron de menores de edad en el teléfono de mujeres
maltratadas, correspondía a menores que tenían 17 años, un 19% tenía 16 años y
lo más inquietante de todo es que el 12% de las llamadas fueron realizadas por
niñas de 13 y 14 años.
Estos datos nos dan una muestra de hasta qué punto el
maltrato está dándose en jóvenes, casi niños; puesto que la edad de noviazgo en
España ha bajado hasta los 13 años.
La mayoría de las denuncias se han interpuesto porque en un
momento de enervación amorosa, las adolescentes colgaron fotos íntimas que
después fueron reenviadas a compañeros del colegio o del instituto, e incluso a
familiares y amigos.
Casi siempre es la intervención de algún mayor lo que hace
posible que estas niñas denuncien. Esto nos hace comprobar que debemos estar
pendientes de cualquier rasgo en el comportamiento de nuestros menores que nos
ayude a identificar una situación de este tipo.
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