Cuando se
considera que existe un problema grave, lo más práctico es solucionarlo. El
hecho de que la violencia de género tenga tantas trabas para aplicarse
correctamente, no es otro que no se contempla como un problema real. Los
políticos aún creen que estamos en la
Edad de Piedra donde todo era permitido y se podía actuar de
cualquier manera para acallar a las masas. Pero las masas no son tan ingenuas
como ellos creen.
Cuando hay
una crisis política con otro país, se invierten medios económicos y humanos
para atajarla cuanto antes; igual sucede con los temas que se consideran
realmente graves, menos con la violencia de género. Existen leyes cojas que ni
siquiera se aplican de la forma correcta porque la legislación vigente de un
Código Civil y de un Código Penal no ha avanzado en esta materia. Sino se
limitan los casos que van a ser juzgados de una manera u otra, difícilmente se
tendrá una objetividad plena de quienes imparten las condenas: los jueces.
No es
necesario llegar a los extremos que, como India, ha implantado el gobierno de
ese país. Nueve meses después de la brutal violación por varios individuos a
una estudiante en un autobús, se ha aprobado una ley que castiga a los
violadores con la pena de muerte. Solo en nueve meses y en un país que suponemos
atrasado. Cierto que no es necesario llegar a esos extremos, y menos nosotros
que vivimos en un Estado de Derecho democrático, pero también es verdad que
ellos han visto un problema y quieren atajarlo, porque el pueblo se les echa
encima. Aquí da igual lo que hagamos porque jamás nos darán la razón.
Como decía
Juan José Millás: “somos una nación que ha votado a una empresa de demoliciones
para construir un país” Y estoy totalmente de acuerdo con él.
Hace pocos
días hablaba del tema con representantes del PSOE y, sinceramente, después de
ver la ley que se aprobó (falta de muchas cosas), del esfuerzo que se hizo en
su momento por crear centros de acogida y los famosos CAVI (centros de atención
a víctimas del maltrato, hoy convertidos en asesorías jurídicas), me destrozó
el alma ver que ya ni ellos mismos luchan por lo que consiguieron. Culpando a
la sociedad no se consigue nada, se destruye; y es lo que oí. Unos ideales,
unos hechos, un problema y todo resumido a un “no podemos hacer nada”, me
desvirtuaron la capacidad de lucha de un partido político que, desde la
oposición, podía actuar si de verdad se quisiera. Los medios ya vendrán con el
recorte de miles de cosas que son secundarias en política, pero que un partido
que apoyó a la mujer cuando estuvo en el poder te diga que tiene las manos
atadas, me pareció muy grave.
Para colmo
veo en las noticias que dos mil alcaldes, ninguno de derechas, se han reunido
para leer un manifiesto en contra de la nueva ley de las administraciones
locales, pienso: ¿realmente les importa tan poco el tema del maltrato que se
gastan el dinero en pasar un fin de semana en Madrid a cuenta de las arcas
municipales, cuando no alcanzan ni la mitad de los 8.500 municipios que hay en
España?
El maltrato
es para los políticos un punto y coma. No existe ni el aparte y mucho menos el
final. Señores y Señoras, o hacemos algo nosotros o seguiremos teniendo mujeres
víctimas de violencia de género, dejadas de la mano de los ineptos que solo las
estudian como estadísticas dolorosas.
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