viernes, 4 de octubre de 2013

LOS GOLPES DEL AMOR

     María Salas es una mujer de 33 años que un buen día se marchó a Inglaterra para aprender inglés y allí conoció a Hocine Mabrouk, un argelino miembro del Partido Islámico que buscó refugio en Europa tras las revueltas que se produjeron en su país a mediados de los años noventa. Se casaron en 1998 y María, por amor, se convirtió al Islam. Cumpliendo los preceptos de esta religión, se cubrió con velo, aceptó la dictadura del cabeza de familia e intentó frenarle en su ira apartándose de sus amigos, guardando la ropa occidental más atrevida y refugiándose en su hogar donde soportó durante diez años los golpes de Hocine. 


     De esta relación nacieron tres hijos que hoy tienen 9, 11 y 15 años. El día que Hocine pegó a su hija mayor, María solicitó el divorcio. Ya no aguantaba más. La justicia británica le concedió a ella la custodia de sus tres hijos, (que tienen la triple nacionalidad: española, británica y argelina) pero no podían ser sacados de su país sin el consentimiento de la madre.
     El 6 de marzo de 2010 Hocine se saltó la orden judicial y secuestró a los niños llevándoselos a Argelia, a la casa de su madre. María denunció la desaparición en Scotland Yard pero sabía dónde estaban sus hijos. Llamó a su ex marido y trató de llegar a un acuerdo con él para recuperar a sus hijos, pero él le puso como condición que rompiera los papeles del divorcio, puesto que para un musulmán una separación matrimonial es una deshonra. María se negó; eso suponía tener que volver a convivir con él y posiblemente en el primer intento la recluiría en casa. Por tanto, solicitó la devolución de sus hijos a las autoridades británica y española, puesto que Argelia no ha ratificado el Convenio de La Haya de 1980 que regula la sustracción  internacional de menores.
     Hoy María vive en Argelia, o mejor dicho, sobrevive con empleos esporádicos como traductora de español e inglés, cuidando niños o haciendo cualquier cosa que le permita vivir y tener el dinero suficiente para desplazarse cada viernes para ver a sus hijos a la otra punta del país. La separan 400 kilómetros por una carretera angosta y desértica que tarda 12 horas en recorrer.
     Un viernes cualquiera, un equipo de investigación del canal de televisión español La Sexta, acompañó a María en su travesía, en su visita a sus hijos; y  comprobaron cuál dura es la vida que esta sevillana está soportando para poder verlos y abrazarlos.
     El reportaje publicado en el diario El Mundo, relata el momento en el que María llega a casa de sus hijos y salen estos corriendo para abrazarla. Primero la hija mayor, que es apartada por su padre bruscamente para golpear a su mujer. Lo hace sin recato alguno delante de los periodistas y de los vecinos que han salido a ver qué pasaba por el revuelo formado y los gritos de María. Atónitos, los periodistas comprueban que los demás hombres animan a Hocine a pegarle a María a fin de hacer cumplir la ley no escrita del país que permite al varón maltratar a su mujer incluso en público. Después de golpear a María lo hace con su hija. Está castigada por salir a abrazar a su madre sin cubrirse la cabeza. Cuando ya empieza a cansarse, coge palos y piedras y las golpea a las dos. Los otros dos niños están medio escondidos sin atreverse a salir por el miedo que les produce la reacción de su padre.
     Las palizas son el peaje que María Salas paga por ver a sus hijos cada viernes, desde las 9 de la mañana a las 4 de la tarde. La justicia argelina le niega la custodia, puesto que en ese país solo se le puede dar al hombre.
     La única solución para María es que España y Reino Unido emitan un requerimiento vía embajada al gobierno argelino para que ponga fin al secuestro. El ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación guarda en un cajón el expediente de este caso desde hace tres meses, pero hasta el momento, a María no le consta que el departamento español haya movilizado al cuerpo diplomático.
     María no puede más. Ha gastado más de 40.000 € en abogados, pero ninguno ha logrado que la justicia falle a su favor. La última oportunidad que le queda es el juicio por lo penal que se celebrará en breve y donde tiene que demostrar que su marido maltrata a los niños.
     El tiempo corre en su contra. Su hija es una adolescente y está en edad casadera para los musulmanes. Su padre la va a obligar a casarse, María lo sabe. La niña apenas sale de su casa puesto que tiene que dedicarse a cuidar de sus hermanos y de su padre. Reprocha a su madre que no la haya sacado de alli, que esté viviendo en el infierno.
     María ha pensado hacer igual que su marido, secuestrar a su hijos. Sabe que lo tiene difícil, pues en Argelia no va a tener ninguna ayuda, pero es una madre coraje que está soportando lo indecible por recuperar a los niños y es doloroso que todo sea cuestión de una burocracia absurda.
     Desde aquí solicito al Ministerio de Asuntos Exteriores español que abra ese cajón, ponga el sello correspondiente y la firma y evite así el sufrimiento de una mujer que está padeciendo lo indecible por haberse casado por amor.

   

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