Cuando los medios de comunicación se vuelcan en hacer caso
omiso al tema del maltrato, algo no funciona nada bien.
En España, cada vez son menos los que hablan abiertamente
del tema. Las víctimas son enunciadas como un número en la estadística del
Ministerio de Asuntos Sociales, que rara vez actualiza datos, pues necesita de
una investigación postcausística, para incorporar a una mujer asesinada a su
listado. Aunque sea evidente el homicidio, las peleas denunciadas (a veces solo
en televisión) por los vecinos, los signos evidentes de sufrimiento, las veces
que haya ido esa mujer a denunciar a su pareja o ex pareja…
Son muchos datos los que hacen que seamos capaces de deducir
que ha sido violencia de género y nosotros mismos llevemos un listado de los
asesinatos cometidos contra mujeres en nuestro país.
Cuando se da la noticia, una breve reseña de algunos
segundos, una mera imagen del lugar de los hechos, o a lo sumo algunos vecinos
consternados; o bien el nombre de pila de la difunta y las iniciales del
presunto agresor, es lo único que nos dejan para dilucidar cuál es el problema.
Poco más.
Se habla mucho en estos días de la violencia de género, del
repunte desgraciado de víctimas, pero no varía la información que sobre ellas
se da. Cada mujer es una historia, una vida rota, la suya propia y la de los
familiares que la querían, de unos hijos. Creo que se merecen más ellas que
unos famosillos perdidos en una isla. Pero la televisión no ayuda a divulgar,
solo espera que el gobierno pague unos anuncios que, según encuestas realizadas
en los últimos días, aún no han conseguido que el 30% de la españolas, sepan
que existe un 016 para que se las atienda si son víctimas de violencia de género.
Normal. En varias comunidades autónomas españolas no existe
ese número, es camuflado por el 012, el 112, etc.
En Argentina, la presentadora Susana Jiménez, preguntó en el
programa que realiza en televisión, a una famosa supuestamente maltratada: “¿Has
hecho algo para que él te pegue?” Por favor, y solo una pequeña parte de la
población se sintió dolida con esa pregunta. El resto ni se inmutó.
En Brasil, por ejemplo, más del 80% de los hombres piensa
que una mujer violada lo es porque ella
se lo ha buscado al ir tan provocativa. El influjo animal diría yo.
Cuando leemos la prensa, breves reseñas hablan de violencia
de género. Notitas en las esquinas de las noticias de economía o regionales,
nos hacen saber si un juzgado ha resuelto un caso u otro, si hay una pena
impuesta para un asesino.
Parece que el morbo es lo único que crea audiencia, lectores
y escuchantes de radio. Los reportajes más atrevidos siguen sin ver a la mujer
como una auténtica víctima, mientras al maltratador lo siguen tratando con ese
respeto inmerecido de poner solamente sus iniciales.
Y aún preguntan los miembros del gobierno, las asociaciones, los
supuestamente encargados del tema, si está pasando algo. Claro que pasa,
sencillamente, que no es aún un tema tomado en serio. Mejor actuar como el
avestruz y seguir con estadísticas y estudios que lo único que dejan entrever,
es la inutilidad de un sistema que no ha sido capaz de rebajar siquiera el número
de mujeres que padecen esta lacra
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