Siempre he afirmado que la mujer no es un dato estadístico.
Así aparece en la portada de mi libro ¡Zorra!. Pero parece ser que la
información que llega a las féminas continua amparada por un % de denuncias,
delitos, fallos judiciales, órdenes de alejamiento, etc.
Así los datos marean, ninguna mujer puede sentirse
identificada, y creo, sinceramente, que la información que debe llegar a una
persona maltratada, tiene que ser mucho más sensible con su situación.
Cuando alguien está recibiendo golpes, de poco importa que
esté dentro del veintitantos por ciento que los reciben en su país; si pone una
denuncia, tampoco le interesa saber que es una más del tanto por ciento que lo
hace en la misma comisaría; si asesinan a una amiga, de poco le sirve conocer
que tras ese entierro, aumenta considerablemente el tanto por ciento de mujeres
enterradas por violencia de género.
Los porcentajes solamente sirven para reprochar a la cara de
los dirigentes en la materia, que no están haciendo nada, o que las cosas que
ejecutan no son las que se deberían emprender.
Hasta la Guardia Civil
se ha quejado de que casi la totalidad de los agentes que atienden a víctimas
de la violencia de género, no están cualificados para dicha tarea, que no saben
qué hacer, qué decirles, cómo apoyarles.
Hay veces que quien, por supuesta capacidad según su puesto
de responsabilidad en este tema, acude a ayudar a una víctima de violencia de
género, y lo único que hace es empeorar su estado. Todo por falta de capacidad,
de involucración o de preparación. Yo siempre me inclinaré por esto último,
puesto que me cuesta mucho creer que alguien ejerza una profesión por obligación
y no por devoción, cuando de materia tan delicada como esta se trate.
Estamos en una sociedad conformista, donde la culpa no es en
absoluto de quien recibe el mensaje, sino de quiénes y cómo lo dan.
Cuando una persona maltratada quiere denunciar, la pregunta
es ¿después qué? Y a ello suelen saber responder muy pocos, porque no hay
medios para solucionarle el problema, porque la justicia determina que vuelvan
a su hogar a esperar otra paliza o, sencillamente, no saben qué hacer, dónde
enviar a la víctima porque carecen de la información necesaria para
responderle.
Ayer mismo, un juzgado de Barcelona, admitía a través de las
pruebas forenses, que la última fallecida a consecuencia de violencia de género
en esta provincia, lo había hecho a raíz de sufrir un aneurisma cerebral. Esto
motivó que su pareja, acusada por el juzgado de violencia de género
correspondiente, fuera puesto en libertad sin cargos.
¡Qué bien! Daba igual que esta mujer ingresase en un
hospital con magulladuras y golpes por todo el cuerpo, hecho que motivó el poner en marcha el dispositivo de alerta ante
una situación de violencia de género. Pero parece ser que no. El juez debería
pensar que las vacaciones de Semana Santa estaban próximas y pasando el tema a
otro Tribunal, no de violencia de género, estaría un poco más libre.
Todos sabemos que el aneurisma cerebral se puede provocar
por un golpe en el cráneo, amén de otros problemas congénitos del paciente. Asi
que si sumamos la entrada en el hospital por lesiones y la muerte por
aneurisma, dos y dos son cuatro. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Una cosa es cierta, estas mujer no entrará en ninguna estadística y así
todos los que realizan las estadísticas estarán un poco más contentos. Por eso
opino que no sirven de nada los número frios y calculados, límites a los que
llegar y a los que no, variables y datos que al final nos estampan en nuestras
propias narices, tras leer informes de
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