jueves, 4 de abril de 2013

UN CASO MAS EN ARGENTINA


En Buenos Aires, Argentina, Mónica Casaglia está harta de arreglar la puerta de entrada a su casa, ya que durante cinco veces lo ha tenido que hacer al haberla roto su marido en esas mismas ocasiones. Después de 18 denuncias en todos los ámbitos relacionados con la defensa de la mujer maltratada en Buenos Aires (comisarías, fiscalías y juzgados), se encuentra con que las únicas llamadas que recibe de estas instituciones son para informarle de la prescripción de las causas por paso del tiempo reglamentario para resolverlas.
Mónica está cansada. Tiene la cara ajada de llorar y el alma rota de proteger, no sólo a sí misma, sino a su sobrina, a la que su ex pareja intenta acosar, a sus bienes, que los roba en cualquier descuido, de salvar la vida ante las amenazas constantes que recibe y, sobre todo, de la impunidad que siente el maltratador al no tener castigo por ninguna parte.
Hace seis años, un día entró a su casa y se encontró con todos los muebles destrozados, hechos añicos a mala fe y se quedó sin nada, por un enfado de su marido contra todo lo que ella representaba. Desde entonces está separada pero es igual, el maltrato no cesa.
Solo tiene 42 años y la vida destrozada. Ella sola se encarga de sostener su hogar y a los cinco hijos que quedan en el domicilio. Tiene que soportar las visitas de su ex pareja que acude a la vivienda con la excusa de ver a sus hijos, y lo hace drogado o borrado
Lo que no entiende Mónica es por qué no se le escucha en ningún sitio, cuando más del 30% de los jueces y más del 40% de los fiscales en Latinoamérica, son mueres; uno de los niveles más altos del mundo.
Recuerda que en una ocasión le negaron poner la denuncia porque le decían que después se iba a arreglar con su marido y era una tontería hacer todo el papeleo. En otra ocasión fue el propio juez quien le aconsejó que calmara a su marido, que las borracheras se pasan y la vida sigue.
Aún hoy, Mónica, cocinera de profesión, sigue llegando a su casa sin saber si tendrá que volver a cambiar la puerta, rota tantas veces, o se va a encontrar los muebles destrozados. Pero al menos, piensa, sigue con vida, ella y sus hijos.

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