En Buenos Aires, Argentina, Mónica Casaglia está
harta de arreglar la puerta de entrada a su casa, ya que durante cinco veces lo
ha tenido que hacer al haberla roto su marido en esas mismas ocasiones. Después
de 18 denuncias en todos los ámbitos relacionados con la defensa de la mujer
maltratada en Buenos Aires (comisarías, fiscalías y juzgados), se encuentra con
que las únicas llamadas que recibe de estas instituciones son para informarle
de la prescripción de las causas por paso del tiempo reglamentario para
resolverlas.
Mónica está cansada. Tiene la cara ajada de
llorar y el alma rota de proteger, no sólo a sí misma, sino a su sobrina, a la
que su ex pareja intenta acosar, a sus bienes, que los roba en cualquier
descuido, de salvar la vida ante las amenazas constantes que recibe y, sobre
todo, de la impunidad que siente el maltratador al no tener castigo por ninguna
parte.
Hace seis años, un día entró a su casa y se
encontró con todos los muebles destrozados, hechos añicos a mala fe y se quedó
sin nada, por un enfado de su marido contra todo lo que ella representaba.
Desde entonces está separada pero es igual, el maltrato no cesa.
Solo tiene 42 años y la vida destrozada. Ella
sola se encarga de sostener su hogar y a los cinco hijos que quedan en el
domicilio. Tiene que soportar las visitas de su ex pareja que acude a la
vivienda con la excusa de ver a sus hijos, y lo hace drogado o borrado
Lo que no entiende Mónica es por qué no se le
escucha en ningún sitio, cuando más del 30% de los jueces y más del 40% de los
fiscales en Latinoamérica, son mueres; uno de los niveles más altos del mundo.
Recuerda que en una ocasión le negaron poner la
denuncia porque le decían que después se iba a arreglar con su marido y era una
tontería hacer todo el papeleo. En otra ocasión fue el propio juez quien le
aconsejó que calmara a su marido, que las borracheras se pasan y la vida sigue.
Aún hoy, Mónica, cocinera de profesión, sigue
llegando a su casa sin saber si tendrá que volver a cambiar la puerta, rota
tantas veces, o se va a encontrar los muebles destrozados. Pero al menos,
piensa, sigue con vida, ella y sus hijos.
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