miércoles, 15 de marzo de 2017

MUJERES MUSULMANAS EN UN PARQUE

Resultado de imagen de coran y mujerAyer vi un grupo de mujeres musulmanas charlando tranquilamente bajo el árbol de un parque. Estaban vigilantes de sus hij@s pequeños que se divertían entre los columpios y el tobogán. Hacía aire, por eso sus chadores ondeaban como banderas tendidas de un mástil; unas de gris y otra de color negro, apenas dejaban ver la cara y escondían sus manos bajo las ropas.
Se supone que visten así porque la Ley Islámica dictamina que deben pasar inadvertidas ante los hombres, pero quizás en sus países lo consigan, porque lo que es en Europa, llaman más la atención que otra cosa.
Cuando tu ves niñ@s con uniforme en un colegio privado, lo que te llama la atención es aquel/la que no lo lleva; igual ocurre en nuestro país, donde ver a una mujer con un khimar (forma de capa hasta la cintura que cubre cabello, cuello y hombros) sí que te fijas en ella, más que en otra que viste con pantalón vaquero roto y escote que deja ver el canalillo.
Quizás sea más una tradición que se cree cultura que lo que realmente significa que una mujer tenga que salir a la calle vestida hasta los tobillos y cubriendo, sobre todo, el cabello; pero realmente es la consecuencia del patriarcado instaurado en sus países de origen.
Resultado de imagen de shaylaEl Corán no dice nada sobre la vestimenta de la mujer, solo que deben vestir modestamente y cubrir sus pechos y genitales, pero los continuos regímenes políticos de sus diferentes países y con ellos, los sistemas jurídicos imperantes, han hecho imponer una vestimenta a la mujer que denota, claramente, la sumisión que ejercen frente a los hombres y la manipulación a la que se ven sometidas.
El uso del hijab (velo que cubre la cabeza) se ha extendido, sobre todo, entre las chicas musulmanas que incluso son originarias de occidente, como una forma de retomar las creencias religiosas de sus abuelas. Cada vez está más implantado en nuestra sociedad y es algo que ya no llama la atención como lo hiciera en los años 80 cuando los inmigrantes islámicos comenzaron a vivir entre nosotr@s.
Su uso proviene de las mujeres del profeta Mahoma, cuando no pudiendo atender éste todas las consultas que se le requerían, admitió a sus esposas que le ayudaran en la tarea de proclamar la palabra divina. Entonces se les dijo que debían usar una cortina, solo a ellas, porque así era más puro para sus corazones; pero aquel mandato se convirtió, con el tiempo, en una "moda" religiosa entre las musulmanas que ha perdurado hasta hoy.
Si una mujer mostraba su cuerpo significaba que era esclava o prostituta, mientras que si utilizaba el velo, es que su cuerpo pertenecía a Dios, no a los hombres. Algo parecido a las monjas de la religión cristiana.
Seguía observando desde lejos a esas mujeres en el parque y entonces recordé que les estaba vetado llevar joyas, que no podían usar perfume; y pensé si sus niñ@s irían perfumados. No pude resistirme y me acerqué a los columpios para comprobarlo. Un olor a colonia infantil llenó mi olfato y eso me alegró; al menos l@s menores estaban fuera de la prohibición.
Resultado de imagen de prohibicion burka españa 2016En España está prohibido usar el burka (vestimenta que cubre todo el cuerpo y lleva una rejilla para los ojos) y el niqab (igual que el burka pero los ojos van descubiertos), con el fin de poder identificar la identidad de las personas. De ahí a prohibir otro tipo de vestimenta musulmán femenino hay un abismo, porque se quiere respetar la forma de vida y la interrelación de otras religiones con la manera de vivir en occidente; así está permitida la shayla, que es un velo largo que envuelve la cabeza y se fija en los hombros, quedando la cara despejada, el khimar, que es una forma de capa hasta la cintura que cubre cabello, cuello y hombros o la amira, dos piezas, una ajustable a la cabeza como una gorra y otra que es un velo ajustado de forma tubular que cubre cabeza y cuello, sin dejar ver el pelo.
Aquellas mujeres me miraban y yo a ellas. Estaban acostumbradas a mantener la mirada ante otra mujer, pero no lo hacían igual con los hombres. Me acerqué, me apetecía charlar con ellas, saber de sus vidas; pero fue como si un perro se arrima a un corro de gatos, salieron cada una para un lado, recogiendo a sus menores del parque y huyendo de mí como si tuviese la peste. Entendí que poco se podía hacer, que su vida era un gueto al que difícilmente vamos a poder entrar para acercarlas a nosotras.
Dí media vuelta y volví a casa, no sin dejar de pensar en lo que ellas habrían pensado de mí.

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