Las campañas de concienciación han abierto muchas mentes y. cada vez más, la gente se va dando cuenta que el maltrato a adolescentes no es cuestión de una clase social, ni de una educación adecuada en el entorno familiar.
Quizás por haber sufrido cerca este problema, los padres y madres se están dando cuenta que lo que ocurre en la mente de sus hij@s no está dirigido por un patrón de conducta, y que lo que hay que hacer es acercarse a ellos como amigos, pero sin dejar de ser padre o madre en ningún momento.
Está claro que la concienciación y la prevención son armas imprescindibles para evitar que nuestros jóvenes no sufran ningún tipo de acoso y entre ellos, el más preocupante es el de su relación de pareja. Pero no es lo único que debemos hacer. Hay que saber cómo actuar cuando el caso está en marcha, cuando la niña o el niño da muestras de cambio de carácter, de actitud, de forma de vestir. Hay que estar con el ojo avizor para intentar ayudar, para hacer lo imposible y que no sufran, porque no hay nada peor que un padre o una madre vean como sus hij@s se apagan y callan ante situaciones de las que no saben como salir y, a veces, no quieren salir, por miedo a perder ese amor que sienten por su pareja.
El miedo es el único apoyo que tienen y hay que demostrarles que las personas mayores, las que supuestamente estamos preparadas para ayudarles a salir de ahí, realmente lo estamos y que pueden confiar en nosotr@s porque no va a haber reproches, ni rabia ni enfado. Es una cuestión de reeducación filial y un esfuerzo reconducido por la necesidad de saber qué hacer, lo que debe ejercitarnos en prepararnos individualmente para este tema tan espinoso.
Los padres y madres deben saber afrontar este tipo de episodios, porque en ellos reside el primer paso para que un/a menor confíe lo que le está ocurriendo, quizás sin saber realmente qué es lo que le pasa. Debemos tomar parte en información sobre el tema, documentarnos y explorar junto a la personalidad de nuestr@s hij@s, porque si no acuden a nosotros, probablemente sigan cometiendo el segundo error, que suele ser confiar en su mayor enemigo.
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