La ablación sexual es
la mutilación de
parte de los genitales externos femeninos para evitar sentir placer sexual, con la finalidad de que pueda llegar virgen al
matrimonio, puesto que si no es de ese modo, la mujer puede ser rechazada.
También se realiza para evitar la supuesta promiscuidad de
la mujer y asegurar que solamente tenga hijos con el marido.
Más de 125 millones de mujeres y niñas en todo el mundo han
sido víctimas de la mutilación genital femenina, más conocida como ablación.
Además, en los últimos años se han dictado leyes contra la ablación en Uganda, Kenia y Guinea
Bissau. Sin embargo, la prohibición de esta práctica no
implica su cumplimiento
A lo largo de la historia se ha creído que la práctica de la
ablación está sustentada en la religión, de manera especial a la religión
musulmana; pero numerosos estudios demuestran que ninguna religión justifica, ni alienta, la realización
de la misma.
Yaratullah Monturio, especialista en textos coránicos,
explica que "la ablación femenina es muy anterior al Islam y no forma
parte de las enseñanzas islámicas. A pesar de que, algunas etnias de diversas
espiritualidades han continuado con esta costumbre ancestral, las supuestas
justificaciones basadas en la religión están en desuso".
Monturio subraya además que "no existe ningún
versículo en el Corán que se refiera a la ablación femenina ni la
recomiende". Como tantas otras cosas justificadas por el islamismo, vemos
claramente que solo son aplicaciones machistas y costumbristas que sirven
ciertos intereses, sobre todo, el de la supremacía del hombre sobre la mujer.
La ablación se practica principalmente
a niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años. No obstante, en algunos países la
ablación genital femenina se practica a niñas menores de 1 año, como por
ejemplo, en Eritrea y Malí, donde la práctica afecta, respectivamente, a un 44
y un 29% de estas niñas.
Las personas que practican la
ablación genital femenina son generalmente comadronas tradicionales o parteras
profesionales. La ablación genital femenina es un servicio muy valorado y muy bien
remunerado económicamente, por lo que es fácil inferir que el prestigio en la
comunidad y los ingresos de estas personas puedan estar directamente ligados a
la práctica efectiva de la intervención.
La ablación genital femenina
constituye una violación fundamental de los derechos de las niñas. Es una
práctica discriminatoria que vulnera el derecho a la igualdad de oportunidades,
a la salud, a la lucha contra la violencia, el daño, el maltrato, la tortura y
el trato cruel, inhumano y degradante; el derecho a la protección frente a
prácticas tradicionales peligrosas y el derecho a decidir acerca de la propia
reproducción. Estos derechos están protegidos por el Derecho internacional.
La ablación genital femenina
causa daños irreparables. Puede acarrear la muerte de la niña por colapso
hemorrágico o por colapso neurogénico debido al intenso dolor y el traumatismo,
así como infecciones agudas y septicemia. Muchas niñas entran en un estado de
colapso inducido por el intenso dolor, el trauma psicológico y el agotamiento a
causa de los gritos.
Otros efectos pueden ser una
mala cicatrización; la formación de abscesos y quistes;
un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante; infecciones del tracto urinario; coitos dolorosos; el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; infecciones del aparato reproductor; enfermedades inflamatorias de la región pélvica; infertilidad; menstruaciones dolorosas; obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles; y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.
Ser mujer es complicado, pero vemos como a través de estas horribles
costumbres, es mucho peor e incluso se pierde la vida por ello. NO A un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante; infecciones del tracto urinario; coitos dolorosos; el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; infecciones del aparato reproductor; enfermedades inflamatorias de la región pélvica; infertilidad; menstruaciones dolorosas; obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles; y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.
(fuente UNICEF)
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