Se llamaba Fátima, tenía 16 años y sus padres quisieron dejarla sin vida al concertar un matrimonio en Marruecos, con un hombre de más de 60 años.
Fátima vivía en España, en Murcia. Su vida se desarrollaba en el pueblecito de Roldán donde, según sus amigas, era una niña alegre, una adolescente que disfrutaba de poder estudiar, de relacionarse con gente de su edad y que no quería, por nada del mundo, cambiar eso por una vida condenada a la depresión, a tener que limpiar las babas de un hombre mayor que podría ser su abuelo, y a ser tratada como una basura en casa de su futura suegra.
Sus padres querían dejarla sin vida, y lo han conseguido.
Fátima alertó con quitarse de enmedio, eligió utilizar su pañuelo, ese elemento tan unido a una religión extremista y que había comenzado a utilizar precisamente este último año, para quitarse la vida.
Estaba desesperada. Imaginemos que nos ocurre a nosotros, a nuestras hijas con esa edad donde se empieza a disfrutar del mundo, a ser consciente de las altas expectativas que te da la vida, a ser feliz, a pesar de los contínuos esfuerzos de su familia por coartar su libertad.
Llama la atención que todos en el instituto lo sabían, el director, el jefe de estudios; y que se excusan argumentando que no pensaban que esa decisión fuese a corto plazo, tanto la de sus padres de casarla, como la de Fátima de quitarse la vida. No entiendo ahora las lamentaciones cuando la niña estaba pidiendo a gritos desesperadamente que la ayudasen. Aunque fuese a más largo plazo, la alarma tenía que haber saltado.
Aún así, en este instituto, imagino que como en muchos otros, es algo que se observa, se sabe y se siguen cruzando los brazos. Y aquí me dirigo a esas organizaciones españolas que alaban el hecho de que una niña tenga que taparse la cabeza con un pañuelo que denota claramente presión religiosa y/o social, dentro de unas normas arcaicas y fuera de todo razonamiento.
Que no siga nadie vendiéndome que el hecho de que se respeten los pañuelos en la cabeza de niñas es algo unido a una cultura que hay que respetar, porque yo, personalmente, esto no lo puedo tolerar; y más cuando los índices de lo acaecido a Fátima, están elevándose a marchas forzadas en colegios e institutos de toda España.
Que conozcamos, el suicidio es la principal causa de muerte de mujeres menores de 50 años en la India, por no poder soportar la esclavitud a la que les ha llevado un matrimonio concertado.
En 2010, unas 78.000 mujeres se quitaron la vida en India entre edades comprendidas entre los 15 y los 49 años, y dentro de ellas, un 59% tienen menos de 29 años. La segunda causa de muerte es por heridas causadas por quemaduras de fuego o sustancias calientes, mientras que la tercera es por partos mal asistidos o en mujeres que aún no tienen una edad prudente para quedarse embarazadas: niñas.
El ejemplo más claro de lo que sucede en India fue la operación de cambio de sexo a la que se sometió una abogada, ante el hecho de que su familia estuviese negociando una boda concertada para ella. No era transexual, simplemente no quería asumir ese matrimonio.
En 2005, en los países en desarrollo, más de 65 millones de mujeres de edades entre los 20 y 24 años, fueron registradas como casadas antes de cumplir los 18 años. Más de 30 millones de estas mujeres vivían en el sudeste asiático. En Nepal, el 7% de las niñas fueron casadas antes de cumplir 10 años de edad.
Cada año, unos 14 millones de niñas de entre 14 y 19 años se casan y son madres como resultado de la presión de sus familias, muriendo en un porcentaje demasiado alto.
Fátima estaba dentro de lo que vemos que ocurre en otros países, y vivía en España.
Cuando encontraron su cuerpo, junto a la mochila, había escrito en árabe "No quiero molestaros más" y "No tengo fuerzas para seguir viviendo".
El suicidio de Fátima ha supuesto que su familia quede desprestigiada frente a la sociedad islámica y, espero fervientemente, que el Ministerio Fiscal actúe contra ellos por inducción al suicidio.
No es el único caso que ha llegado hasta nosotros. Otra menor, también de 16 años, decidió suicidarse en Larache (norte de Marruecos) tras ser obligada a casarse con su violador, diez años mayor que ella, y que sometía a la niña a un duro maltrato, hecho que no conmocionó a su padre, quien no quiso saber nada de ella, puesto que ya había cumplido con su obligación de casarla.
Descansa en paz, Fátima, y que tu lección sirva para abrir los ojos a los cientos de miles de padres que, basándose en unas costumbres totalmente denunciables, hacen de sus hijas auténticos despojos humanos.
martes, 25 de febrero de 2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
MUJERES QUE MUEREN Y OTRAS RIEN
Se estima que más de mil millones de mujeres en el mundo padecen actualmente violencia de género, en sus distintas formas. La sociedad occidental, o mundo desarrollado, no está, ni mucho menos fuera de su órbita de actuación, y así lo demuestran las continuas noticias que sobre el mismo se van sucediendo. Lo que ocurre es que la prensa ni siquiera se toma en serio este hecho.
En España, por ejemplo, a fecha de hoy, 19 de febrero de 2014, hay medios de comunicación escrita que cifran en 4 las víctimas mortales por este hecho en nuestro país, en otro dicen que son 7 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas, cuando la realidad es que son 9 víctimas las enterradas por violencia de género. La seriedad, el rigor y la veracidad parece que no se ponen de acuerdo en ser plasmadas cuando de este tema se trata en prensa, radio o televisión.
Sabemos los muertos por reyertas en otros países, los vencidos en batallas civiles en el mismo momento casi de ser cometidos los crímenes, pero somos incapaces de anotar nueve crímenes que deberían replantear lo que está ocurriendo, tanto a políticos como a la sociedad en general.
Son cuestiones intolerables. Igual que una triste anécdota que me sucedió durante la presentación de mi libro ¡Zorra! en un pequeño paraje murciano. Después de mi presentación, hice un turno de palabra para que la gente, mujeres en su mayoría, diesen su opinión sobre el tema del maltrato a la mujer; como siempre hago cuando tengo un acto, pues después de un par de intervenciones, una chica joven, medio riéndose inquirió: "aquí ese problema no existe, (riendo) quizás suceda al revés, que nuestros hombres se quejan de nosotras, pero mujeres maltratadas no hay ninguna".
Me dejó petrificada. Le expliqué que nadie sabe lo que acontece dentro del hogar de cada mujer, que nos sorprendemos cuando nos enteramos de una agresión, puesto que todos tenemos a esa familia afectada, como un ejemplo de ecuanimidad y tolerancia; que una vez ocurrido el hecho es cuando nos echamos las manos a la cabeza intentando comprender qué ha pasado.
En vez de escuchar, las risas siguieron en la sala, se contagiaron, y se tomaron el tema como un chiste. Hablo de mujeres.¡Por Dios! Incapaces de ver la realidad, de pensar en sus hijas.
Muchos querréis saber qué pasó después, pues nada. Soy una persona educada y no exclamé como me hubiera gustado, pero lo que sí me quedó cierto es que el primer problema está en nosotras mismas, como ya he dicho en varias ocasiones. Mujeres contra mujeres: la eterna batalla.
En España, por ejemplo, a fecha de hoy, 19 de febrero de 2014, hay medios de comunicación escrita que cifran en 4 las víctimas mortales por este hecho en nuestro país, en otro dicen que son 7 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas, cuando la realidad es que son 9 víctimas las enterradas por violencia de género. La seriedad, el rigor y la veracidad parece que no se ponen de acuerdo en ser plasmadas cuando de este tema se trata en prensa, radio o televisión.
Sabemos los muertos por reyertas en otros países, los vencidos en batallas civiles en el mismo momento casi de ser cometidos los crímenes, pero somos incapaces de anotar nueve crímenes que deberían replantear lo que está ocurriendo, tanto a políticos como a la sociedad en general.
Son cuestiones intolerables. Igual que una triste anécdota que me sucedió durante la presentación de mi libro ¡Zorra! en un pequeño paraje murciano. Después de mi presentación, hice un turno de palabra para que la gente, mujeres en su mayoría, diesen su opinión sobre el tema del maltrato a la mujer; como siempre hago cuando tengo un acto, pues después de un par de intervenciones, una chica joven, medio riéndose inquirió: "aquí ese problema no existe, (riendo) quizás suceda al revés, que nuestros hombres se quejan de nosotras, pero mujeres maltratadas no hay ninguna".
Me dejó petrificada. Le expliqué que nadie sabe lo que acontece dentro del hogar de cada mujer, que nos sorprendemos cuando nos enteramos de una agresión, puesto que todos tenemos a esa familia afectada, como un ejemplo de ecuanimidad y tolerancia; que una vez ocurrido el hecho es cuando nos echamos las manos a la cabeza intentando comprender qué ha pasado.
En vez de escuchar, las risas siguieron en la sala, se contagiaron, y se tomaron el tema como un chiste. Hablo de mujeres.¡Por Dios! Incapaces de ver la realidad, de pensar en sus hijas.
Muchos querréis saber qué pasó después, pues nada. Soy una persona educada y no exclamé como me hubiera gustado, pero lo que sí me quedó cierto es que el primer problema está en nosotras mismas, como ya he dicho en varias ocasiones. Mujeres contra mujeres: la eterna batalla.
jueves, 6 de febrero de 2014
NO A LA ABLACION GENITAL FEMENINA
La ablación sexual es
la mutilación de
parte de los genitales externos femeninos para evitar sentir placer sexual, con la finalidad de que pueda llegar virgen al
matrimonio, puesto que si no es de ese modo, la mujer puede ser rechazada.
También se realiza para evitar la supuesta promiscuidad de
la mujer y asegurar que solamente tenga hijos con el marido.
Más de 125 millones de mujeres y niñas en todo el mundo han
sido víctimas de la mutilación genital femenina, más conocida como ablación.
Además, en los últimos años se han dictado leyes contra la ablación en Uganda, Kenia y Guinea
Bissau. Sin embargo, la prohibición de esta práctica no
implica su cumplimiento
A lo largo de la historia se ha creído que la práctica de la
ablación está sustentada en la religión, de manera especial a la religión
musulmana; pero numerosos estudios demuestran que ninguna religión justifica, ni alienta, la realización
de la misma.
Yaratullah Monturio, especialista en textos coránicos,
explica que "la ablación femenina es muy anterior al Islam y no forma
parte de las enseñanzas islámicas. A pesar de que, algunas etnias de diversas
espiritualidades han continuado con esta costumbre ancestral, las supuestas
justificaciones basadas en la religión están en desuso".
Monturio subraya además que "no existe ningún
versículo en el Corán que se refiera a la ablación femenina ni la
recomiende". Como tantas otras cosas justificadas por el islamismo, vemos
claramente que solo son aplicaciones machistas y costumbristas que sirven
ciertos intereses, sobre todo, el de la supremacía del hombre sobre la mujer.
La ablación se practica principalmente
a niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años. No obstante, en algunos países la
ablación genital femenina se practica a niñas menores de 1 año, como por
ejemplo, en Eritrea y Malí, donde la práctica afecta, respectivamente, a un 44
y un 29% de estas niñas.
Las personas que practican la
ablación genital femenina son generalmente comadronas tradicionales o parteras
profesionales. La ablación genital femenina es un servicio muy valorado y muy bien
remunerado económicamente, por lo que es fácil inferir que el prestigio en la
comunidad y los ingresos de estas personas puedan estar directamente ligados a
la práctica efectiva de la intervención.
La ablación genital femenina
constituye una violación fundamental de los derechos de las niñas. Es una
práctica discriminatoria que vulnera el derecho a la igualdad de oportunidades,
a la salud, a la lucha contra la violencia, el daño, el maltrato, la tortura y
el trato cruel, inhumano y degradante; el derecho a la protección frente a
prácticas tradicionales peligrosas y el derecho a decidir acerca de la propia
reproducción. Estos derechos están protegidos por el Derecho internacional.
La ablación genital femenina
causa daños irreparables. Puede acarrear la muerte de la niña por colapso
hemorrágico o por colapso neurogénico debido al intenso dolor y el traumatismo,
así como infecciones agudas y septicemia. Muchas niñas entran en un estado de
colapso inducido por el intenso dolor, el trauma psicológico y el agotamiento a
causa de los gritos.
Otros efectos pueden ser una
mala cicatrización; la formación de abscesos y quistes;
un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante; infecciones del tracto urinario; coitos dolorosos; el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; infecciones del aparato reproductor; enfermedades inflamatorias de la región pélvica; infertilidad; menstruaciones dolorosas; obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles; y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.
Ser mujer es complicado, pero vemos como a través de estas horribles
costumbres, es mucho peor e incluso se pierde la vida por ello. NO A un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante; infecciones del tracto urinario; coitos dolorosos; el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; infecciones del aparato reproductor; enfermedades inflamatorias de la región pélvica; infertilidad; menstruaciones dolorosas; obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles; y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.
(fuente UNICEF)
lunes, 3 de febrero de 2014
GANAR BATALLAS
Imaginemos la violación
de una mujer. Pensemos en ella, en lo que puede sentir después de tan brutal
agresión. El asco tras el vómito, el llanto tras la impotencia, el dolor tras
la agresión… Son sensaciones que dejan marcada a una mujer de por vida, que
nada ni nadie puede evitar. Y el calvario no termina cuando te quitas de encima
a ese energúmeno, las denuncias traen el recuerdo, pasado demasiado tiempo
muchas veces, y la mente vuelve a revivirte aquel hecho, minuto a minuto.
Y cuando lees la prensa y te dicen que ese
tipo de agresión, con penetración, ha aumentado en España un 1’4%, parece no
suponer nada, es una cantidad muy baja. Sin embargo, son 1.298 mujeres que han
pasado por ese hecho tan traumático, son 1.298 vivencias de terror, de miedo…que
saben que el camino será lento y duradero en el tiempo, que alterarán su vida
conyugal y social, que sus valores se verán alterados por el odio que nunca
antes habían sentido, que algunas, mal hecho, se sentirán culpables por un
delito cometido por otra persona, asqueadas de su propio cuerpo, necesitadas de
sofocar posibles trastornos psicológicos. No es solo la violación, es también
todo el proceso que viene después. Alguien lo definió una vez como “el virus
inyectado en el cuerpo y en la mente”; y estoy de cuerdo.
Días
pasados, mientras se daban los datos sobre la violencia de género en España, el
Ministro del Interior se felicitaba porque cree que "La violencia contra
las mujeres en una lacra a erradicar", que vamos por el buen camino a
pesar que durante el año pasado se produjeron dos asesinatos más de mujeres a
manos de sus parejas o ex parejas en comparación con el ejercicio anterior.
Me
llamó la atención que se dijera en esa comparecencia ministerial, que España es
de los países donde menos violencia de género con resultado de homicidio, se
cometen, que países más civilizados tienen más casos de muertes violencias de
mujeres. ¿Y cree el sr. Ministro que eso puede reconfortar a alguna mujer? Una
sola persona muerta a manos de su pareja o ex pareja, supone un retroceso en la
sociedad de ese país. Me importa un rábano que sea una tasa baja, aunque mejor
así por supuesto, pero hablamos de 58 mujeres muertas, por Dios!!!
Estamos
en 2014 y duele mucho decir que llevamos seis mujeres asesinadas en solo un
mes. Cuesta admitir que esto no se soluciona, ni mucho menos; de hecho, desde
2006 no facturaba enero tantas víctimas mortales por violencia de género. Es
tremendo. La impotencia hace que no se entiendan las palabras de ánimo de un Ministro
cuando compara países y no personas.
Una
mujer violada o muerta por violencia de género, es una batalla perdida.
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