El sistema está compuesto por servicios jurídicos, policiales, sanitarios y directos, siendo, éstos últimos los que más fallan, los que deberían estar al lado de la mujer en cualquier momento y se limitan a prestar servicios dentro de un horario funcionarial. Eso no lo encontramos en ninguno de los demás participantes del círculo de prevención y asistencia a la mujer maltratada.
Hasta ahora no había querido levantar la voz en contra de estos casos, pero es que observo que se están convirtiendo en cotidianos, que cada vez la víctima se siente más desprotegida cuando debe disponer de un horario y de un sitio físico a donde acudir para que se le escuche, pudiendo salir estigmatizada de esa oficina al sentirse observada por haber ido.
Siempre he defendido la libertad de horario para quienes desempeñan su labor de ayuda a la mujer maltratada, llegando a proponer donde me han querido escuchar, que sea el funcionario quien se desplace a un lugar alejado del entorno de quien necesita ayuda, puesto que a mí me ha ocurrido en la mayoría de los casos, que he tenido que quedar con la protagonista fuera de su entorno para que nadie pudiese relacionarla conmigo y con el libro que estaba escribiendo.
Una mujer maltratada no es habitual que sea agredida de ocho a tres y eso conlleva a que la administración no esté en el lugar idóneo y no desempeñe la labor de ayuda cuando realmente es necesaria. Una víctima necesita saber que la psicóloga del CAVI de su zona está ahí a cualquier hora del día y de la noche, los trescientos sesenta y cinco días del año para atenderla, y que lo va a hacer porque su oficio es vocacional; y también le es necesario tener las puertas abiertas de la asociación donde aquella mañana la escucharon o de la federación regional a la que la administración subvenciona para que actúe y se de cuenta que su labor es silenciosa y no necesariamente del protagonismo y de boato del que tantas veces presume.
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