jueves, 25 de abril de 2019

DESESTIMADOS POLITICOS:

Desestimados políticos:

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Soy mujer.
Mi vagina, mi útero y mi matriz me han impedido ser una persona completa. Hoy agradezco que el cáncer se los llevara por delante, porque así soy menos femenina y no tendré que soportar nunca más los desagravios, las amenazas y los insultos que tuve que escuchar durante mucho tiempo por mi condición de género. Ojalá me hubiese sentido así de fuerte cuando empecé a ser una mujer maltratada.
Después de mucho maltrato psicológico, decidí acudir por la recomendación de una buena amiga, a una oficina de ayuda a mujeres víctimas de violencia de género. Tenía la esperanza de que la psicóloga de aquel servicio implantado en un pueblo costero de Murcia desde hacía poco, me animara, me ayudara, me diera esa tabla de salvación que necesitaba para volver a vivir con una pizca de dignidad.
Pero aquella mujer tras escucharme durante más de una hora, de ofrecerme clínex para secar mis lágrimas, me dijo que podía ofrecerme consultas  en aquel despacho durante una vez al mes, o privadas en su consulta a razón de 50€ cada vez que acudiese. Me recomendó que leyese libros de autoayuda y que me olvidase de solicitar alguna compensación emocional o económica para salir de la angustiosa situación que me embargaba. “Si no te pega, no puedo hacer nada”.
Y esperé a que me pegase, porque eso venía después del maltrato psicológico. Y después de pegarte te mata, porque eso viene después del daño físico. Y entonces volví a ver a aquella mujer que tenía la llave del maltrato en muchos kilómetros a la redonda.
La psicóloga del CAVI me volvió a dar la misma charla que meses atrás. Me envió a la abogada que trabajaba con ella y me aconsejaron que me separase cuanto antes de mi marido. Si volvía a pegarme, directamente a poner la correspondiente denuncia y con ese papel en la mano, acudiese de nuevo a ellas.
Me pegó, denuncié y acudí a ellas un martes por la mañana. Ese mismo día por la noche me volvió a pegar más fuerte porque la guardia civil lo había llevado al cuartel para que declarase. Esa semana no pude salir de casa, el cuerpo me dolía mucho y me daba vergüenza salir a la calle con la cara amoratada y el labio partido. Llamé a la psicóloga para que fuese a verme, necesitaba hablar con ella, saber qué podía hacer.
“Lo siento mucho, pero no puedo ir a verte. Tienes que venir tú a mi despacho cuando te recuperes”.
Solo le faltó decirme si no moría antes.
Diez días después estaba de nuevo en aquella oficina que olía a amoniaco. Me sentía fuera de lugar, como si fuese a pedir limosna por ser mujer, a sentir odio contra mi género, a despreciarme por no ser más fuerte que mi pareja y ganar en la lucha.
Salí de allí con un montón de folletos informativos. Más de treinta publicaciones diferentes con fotos de mujeres maquilladas llenas de moratones, pero con los ojos chispeantes y no como los míos que estaban hundidos entre grandes ojeras y de color parduzco. Junto a aquella vorágine de panfletos, una solicitud para el juzgado. Tenía que ir a la comisaría donde había interpuesto la denuncia para aportar un primer informe psicológico y físico sobre mi estado emitido por el CAVI. Y luego volver a mi casa junto a mi marido.
Ocho palizas más y un par de meses después, me llamaron desde el juzgado del pueblo y tuve que ir a declarar. Volver a contar todo de nuevo, llorar otra vez y sentirme amedrentada ante las togas que bailaban al compás fúnebre de mi vida.
Me dieron una dirección a donde debía dirigirme para protegerme de los golpes y los insultos. Allí pasaría, como máximo 30 días. Después tendría que volver a casa sino tenía familiares o amigos que me cobijasen en la suya. Me solicitaron un número de cuenta donde poder ingresarme el dinero suficiente para mantenerme por mí misma durante ese mes: 412 €. Obvia decir que la cuenta corriente estaba a nombre de mi marido y que jamás pude disponer de aquel dinero.
Me informaron que si me separaba tendría derecho a esa ayuda mensualmente durante un año, y que después ya no podrían hacer nada por mí.
Mi marido estuvo preso 72 horas y el juez dictó el divorcio exprés que yo había solicitado por indicación de un abogado de oficio que el sistema puso a mi disposición.
Estuve un mes viviendo en una casa a no más de veinte kilómetros de lo que había sido mi hogar. A la psicóloga no volví a verla más puesto que me trató otra mujer a la que tuve que volver a contarle todo de nuevo. Me dieron la ayuda inicial durante un año, mientras una amiga me cobijó en su casa. Durante ese tiempo le pincharon las ruedas del coche dos veces, recibía llamadas a altas horas de la madrugada con amenazas de una voz distorsionada. Yo no salí de su casa durante meses.
Se acabó la ayuda, se cansó mi amiga de soportar tanto y volví al CAVI, pero ya había agotado todas las ayudas, así que bajé la cabeza, pedí perdón a mi marido y volví a casa donde, tres meses después, había abortado tras las patadas recibidas en el vientre.
Hoy, repuesta, tranquila, descansada de tanto golpe y tanto insulto, solo quiero decir que me avergüenzo de haber nacido mujer, porque la dureza con la que me han tratado no creo haber sido merecedora de ella.
Hoy quiero gritar a los trajeados que pueden dirigir mi vida el domingo próximo, que no se molesten, que mujeres como yo ya no molestaremos más. Que se ahorren las míseras ayudas que podrían llegarnos, porque se quedan en los bolsillos de psicólog@s, de técnic@s, de asesor@s,  de asociaciones,  de fundaciones;   que la Ley de Violencia de Género es una excusa para quedar bien porque no está ni bien hecha ni bien aplicada. Porque no se ha desarrollado, porque los políticos se tiran los trastos a la cabeza por ver quién pone más dinero, pero que son euros que no nos ayudan a vivir con dignidad, sino a llenar los bolsillos de quienes rodean esta nueva empresa a la que han bautizado como “Ayuda a la mujer maltratada, S.A.”
Quiero que se llame a una puerta y se abra de par en par, que no haya exclusión de hombres y mujeres, que se dispongan más casas y más ayudas mensuales a las víctimas,  que se reduzca el gasto en folletos y se den medios económicos e información directa, que los encargados de ayudar a las víctimas tengan incompatibilidad sobre el mismo asunto para trabajar en despachos privados, que se acuda al domicilio de la mujer maltratada sin previo aviso para averiguar los casos reales de violencia en el hogar, que se castigue por igual a hombres que a mujeres en este aspecto, que el empleado público se desplace de su asiento para entrevistarse con quienes padecen esta lacra y no quieren que se les estigmatice por acudir a un CAVI o centro similar, que se recrudezca el código penal, que se atienda a las estadísticas donde se observa la reinserción de un ridículo número de presos por violencia de género y ese dinero se reinvierta en mejorar la vida de las mujeres maltratadas, que se refuerce el número de forenses psicológicos para evitar muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, que no se cobren los puntos de encuentro familiar, que no se rebajen las penas por reconocer el delito, que quien tenga que irse del domicilio sea quien maltrata, que sea el Ministerio correspondiente quien se enfrente al problema y no a través de Fundaciones y de Asociaciones que se embolsan para gastos administrativos la mayor parte de los fondos destinados a luchar contra la violencia de género, que los políticos se involucren directamente y no se laven las manos porque “una vez” aprobaron una Ley Orgánica que han dejado en el armario, que las pulseras telemáticas se utilicen y no se queden en un cajón, que aumente el número de policías que se dedica a velar por la seguridad de las mujeres, que la condena se ajuste realmente al delito, a quien maltrata y a quien miente para conseguir un beneficio del sistema, que sean conscientes que mueren cada vez más mujeres en este país porque las penas aquí son menos duras que en los países de origen, que se den cuenta que las órdenes de alejamiento no sirven para nada porque siempre se saltan, que los responsables de ver la gravedad en un caso de violencia de género con resultado de muerte y la subestiman, sean co-culpables de dicho delito.

Pero esto no lo pido para mí. A mí ya me mató un hombre a quien el sistema no vio peligroso , quizá porque estaban en campaña electoral.







viernes, 8 de marzo de 2019

8 DE MARZO Y LO QUE HE ECHADO DE MENOS

8 de marzo. Huelga general.
Resultado de imagen de huelga 8 mUn día donde las mujeres han salido a la calle para reivindicar tantas cosas pendientes en la sociedad actual, que me faltaría espacio en este blog para enumerarlas, pero que se reducen a la palabra IGUALDAD.
Es necesario el apoyo femenino para salir adelante. La mujer es la que sigue llevando el peso de la familia, de la casa, de los hijos... Sobre ella recae la pena, la dureza, la fuerza sin apoyo de la vida en general.
Sin ellas poco se podría hacer, sin nosotras el mundo giraría a la mitad, pero por menos dinero, con menos recompensa y con ínfimas muestras de apoyo por parte de la otra mitad de la moneda, el hombre.
Ser mujer significa muchas cosas. Es el centro de todo, la fuerza necesaria en la retaguardia y en el frente, el impulso en la relación familiar, laboral y social. La mujer sigue llevando un timón que a veces sale de rumbo porque el barco es manejado por ella sola.
Con hijos, sin hijos, con marido, sin él, con trabajo, en el paro... Siempre hay una mujer en medio de cualquier guerra porque la guerra que lleva como mujer es única, desesperanzadora a veces y en silencio muchas más.
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Yo soy mujer, conozco esa guerra, esa sensación de desamparo social. Conozco el sentimiento de sentirte sola ante una multitud de hombres, que tu voz solo provoque risas, que no te tengan en cuenta.
Eso es es mujer, aún hoy en demasiados sitios.
Pero lo que he sentido hoy en las calles, fuera de la sensación de unidad de un colectivo abandonado en muchas cuestiones, ha sido algo diferente. Me he parado, he meditado y me he dado cuenta de algunas cosas que no entiendo.
Resultado de imagen de movimiento femenHe echado de menos a más hombres concienciados. He echado de menos medidas políticas que nunca llegan. He echado de menos a esos sindicatos que cobran la cuota a sus afiliadas y no resuelven sus problemas laborales. He echado de menos a las Federaciones de Mujeres que reciben subvenciones millonarias del gobierno para no hacer nada más que panfletos. He echado de menos a las mujeres que han podido llegar a los altos cargos de empresas en pie de calle con sus compañeras. He echado de menos a jóvenes hombres libres que se sienten acobardados por un colectivo mínimo femenino pero extremista, lo que no nos lleva a ninguna parte.
Resultado de imagen de chalet de pablo iglesiasY he vuelto a ver a las femen con sus cuerpos desnudos demostrando, una vez más que la mente de la mujer no cuenta, solo su exhibicionismo.
He visto a la extrema izquierda gritando en manifestaciones amparados por una nómina millonaria y un chalet que le espera a su regreso y que cuesta lo que una mujer de a pie jamás llegará a ganar, mientras que es pagado por lo que a ella se le niega.
He visto la derecha de este país con sus cánticos obsoletos volviendo a ignorar a la mujer.
He visto a políticas de esta región, Murcia, que en su día trabajaron sobre la Ley de Violencia de Género y que hoy le han dado la espalda descaradamente saliendo en la foto.
Y todo eso junto ha hecho que me sintiera mal.


lunes, 9 de julio de 2018

MANOS ARRIBA, JUSTICIA ABAJO

Querer luchar contra la violencia de genero se ha convertido en una guerra de dinero más que de favorecer a las víctimas. 
Ahora tod@s se frotan las manos con la partida presupuestaria de 200 millones de euros que prometió el extinto gobierno popular y que retuvo hasta su salida del poder, y que el socialista (?) Pedro Sanchez va a empezar a repartir en breve, tras no querer aprobar los presupuestos presentados por los populares.
Todo son manos abiertas buscando unas migajas dinerarias cual salvajes tras una bolsa de caudales.
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El mismo gobierno que ahora impulsa esta denostada miseria en otros tiempos, es el que también dejó, junto a Izquierda Unida con quien gobierna en la zona, los dias 23 y 24 de Mayo, sin servicio de policía a las víctimas porque no había efectivos para cubrir la feria de Córdoba.
Esto es una punta de iceberg que demuestra lo poco que realmente interesa el tema cuando se trata de ayudar a la mujeres que sufren esta lacra. Es más una acción de incompetencia coloreada de golpes en el pecho ante el problema, pero que nadie quiere solucionar. Ni un partido por aprobar una cantidad de 200 millones para los 8116 municipios que hay en nuestro país, sin contar las Asociaciones que se dedican a ayudar realmente a las víctimas. Saquemos las cuentas y verán que equivale a una miseria que solo pretende acallar el movimiento feminista y luchador con unas cantidades tan míseras.
¿Para qué queremos dinero si no se cambian las leyes que tanto daño están haciendo a las mujeres maltratadas? 
Un juez tiene poder para llevar a prisión a unos sinvergüenzas sentenciados y no lo hace.
La policía debe proteger a una victima con orden de alejamiento para su agresor y no lo aplica.
Resultado de imagen de manadaNo quiero ni pensar de qué va a servir el dinero, si ante lo más urgente que es atender a la mujer, nadie mueve un dedo.
Pero Don Dinero mueve el mundo y ante él acuden parásitos, alimañas y fraudulentos embolsamientos de todo aquello que se pueda recoger para bien propio.
Claro que hace falta el dinero, pero que éste no se deje en manos liberadas de vocación que lo único que van a hacer es buscar su propio interés ante el dolor real de las mujeres que, aún hoy, desconocen qué es un maltrato psicológico.
Nombres de Ayuntamientos podría dar a los que se le han expuesto actividades divulgativas sin afán lucrativo y que han dicho que no, que ellos ya salen a las calles manifestándose en contra de los maltratadores, que tienen una asistencia social que maneja muy bien la transversalidad en sus charlas, que hacen panfletos donde es más grande el sello de la corporación municipal que el propio discurso.
Resultado de imagen de manada ¿Para qué sirve todo eso? ¿Una administración pública fomentando y/o ayudando en una manifestación no es lo más parecido a un lavado de cara? ¿Cómo puede entender una mujer normal y corriente los términos psicológicos empleados para definir su estado cuando está inmersa en un mundo maltratador y debe aguantar porque así lo dicta la sociedad patriarcal o ella misma desconoce con palabras que pueda entender, que puede cambiar su situación?
¿Para qué va a denunciar una mujer cuando se comprueba que es víctima y a su agresor o agresores se les concede la libertad condicional con una causa a sus espaldas de reincidencia?
Son muchas las preguntas que tan solo 200 millones de euros no van a resolver a no ser que la mentalidad cambie y se piense más en las mujeres y menos en los bolsillos y los lavados de imagen.

miércoles, 21 de marzo de 2018

LA DESVERGUENZA EN MURCIA SOBRE LA VIOLENCIA DE GENERO


       Murcia aparece en la prensa nacional, un año más, en los primeros puestos, entre Comunidades Autónomas donde más han crecido los casos de violencia de género, concretamente el segundo . Se presentaron 7839 denuncias y y 1076 órdenes de protección fueron adoptadas. Dentro de esta espeluznante cifra, aparecen 226 adolescentes, menores de edad, que cometieron delitos contra la mujer y que fueron juzgados y condenados por ellos.

Resultado de imagen de mujer cansada papeles     Si comparamos los datos con otra Comunidad Autónoma uniprovincial como La Rioja, casi duplicamos la tasa de casos de violencia de género a mujeres.

      Esta noticia me causa indignación, además de la certeza de que no se están poniendo todos los medios adecuados por parte de las diversas administraciones que conforman la Región de Murcia. Si bien es cierto que 2017 ha sido el año, desde que se llevan estadísticas, donde más casos se han reflejado a nivel nacional contra la mujer, no debe servir de excusas en nuestra región para que nos conformemos tan solo con golpes de pecho y nos aplaudamos con lo bien que lo hacemos, cuando la realidad social y documentada, refleja todo lo contrario.

      Desde hace más de seis años, he recorrido muchos lugares asesorando, intentando ayudar a mujeres maltratadas y a otras que quieren tener información para estar preparadas por ellas mismas y por sus propias hijas y amigas, y lo que he visto en distintos puntos de nuestra geografía tienen puntos en común que he denunciado públicamente y de los cuales se sigue sin hacer demasiado caso.

      Cabe destacar que, por ejemplo, el número de atención a víctimas de violencia de género no deja rastro en la factura, pero sí queda recogido en la memoria del teléfono cuando se pulsa. También es frecuente que la víctima, después de poner la denuncia contra el maltrato, vuelva sola a casa sin el acompañamiento de un agente de seguridad para comprobar que no corre peligro si se queda en su casa; o que los familiares sigan interponiendo dicha denuncia en un porcentaje bajísimo, apenas del 2%, siendo conocedores en la mayoría de los casos de lo que ocurre. 

Resultado de imagen de mujer lucha     Fui una mujer maltratada y puedo hablar sobre el tema con conocimiento pleno de causa. Por ello me duelen los sistemas actuales de ayuda en algunos casos donde la mujer se convierte en una cifra más, en un porcentaje estadístico donde las ayudas llegan cuando ya no tiene voz para alzarla, y donde compruebo que los estereotipos que padecí hace más de veinte años, cuando no existía Ley que me amparase, vuelven a reproducirse a pesar de todo lo andado.

      He escrito un libro sobre casos reales de violencia de género que se llama ¡Zorra! y que trata 18 casos reales de esta lacra, sacados de más de trescientas entrevistas con mujeres maltratadas y su entorno, y también he visto muchos rostros de mujeres desconcertadas, dolidas y sufrientes por la situación en la que se encuentran. Mujeres que han llorado en mi hombro pidiendo ayuda porque han acudido a CAVIS donde les han comentado que si “solamente” sufre violencia psicológica, no pueden hacer nada por ellas, que esperen a que les pegue su marido. Otros casos atendidos han recibido una atención mensual de 40 minutos por parte del psicólogo o psicóloga de turno.

     He visitado Ayuntamientos donde compruebo que una Concejalía es de Igualdad y otra de Mujer, como si una cosa no fuese complementaria de la otra, o simplemente han dicho que las actividades para el día de la mujer o el día contra la violencia de género las tenían ya preparadas con exposiciones, murales y alguna charla y que habría que esperar a otro año para hacer algo. Claro, porque la violencia de género son dos días donde acuden los fotógrafos para salir en la prensa y en los demás no existen mujeres sufriendo, gritando y pidiendo ayuda, sabiéndose en una maraña de burocracia que poco o nada hacen por ellas.
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      Algunos altos dirigentes murcianos que habitan en las Consejerías o la propia Asamblea Regional, se han limpiado las manos literalmente, porque no interesa que nadie, desde su reacción antipolítica quiera usurparles el trono de trabajar en pos de la violencia de género. Al menos eso es lo que creen y nada más lejos de la realidad. Refugiados en cifras y en rostros muy duros a los que nos les llega ni de cerca el sufrimiento real de mujeres que se lamentan de la dejadez con la que se actúa desde estos ámbitos.

Resultado de imagen de murcia     He participado en programas de radio, series de televisión, artículos periodísticos, cortometrajes y decenas de charlas pero casi nunca en Murcia, como si aquí no pasara nada. Me han llegado a decir que el tema de la violencia de género es “feo” o que “no interesa a las mujeres”, representantes políticos apoltronados en sillones de piel de esos Ayuntamientos que todos y todas sostenemos, incluso se han negado a poner el título de mi libro “Zorra” porque puede herir sensibilidades el título.
    Es inaudito lo que pasa en esta Región donde el campo de cultivo se comprueba que está germinando la especie machista que insulta, pega y asesina a mujeres para las que no aparecen las prometidas ayudas, y donde no se quiere abrir la puerta a personas que nos ofrecemos para aportar nuestro grano de arena en esta maraña de inhumanidad.

       Me conocen en muchas Administraciones regionales porque  he ofrecido mi ayuda. He hablado en la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, he acudido a los partidos políticos que nos representan en la Asamblea Regional, incluso con la Presidenta de dicho organismo y me he comunicado con todos los Ayuntamientos que conforman nuestra Región, pero da igual. Lo único que encuentro son palmaditas en la espalda de “ya te diremos algo” o “nuestro partido político ya ha hecho lo que tenía que hacer” o tonterías por el estilo.

Resultado de imagen de verguenza     Aquí se busca la foto entregando la medalla de turno al amigo o amiga del partido que regenta el trono y al que, por cierto, se le está llenando la cuenta corriente a costa de esta lacra, y poco más.

     Indignada por ver lo que ocurre en mi propia región es poco. Decepcionada, mucho.

     Solo espero que la voluntad, alguna vez, sea real y se atienda desde abajo, no desde los despachos, que se escuche a mujeres fuera de una oficina de 8 a 15 horas, que las ayudas lleguen, que las órdenes de alejamiento funcionen realmente, que nuestros jueces y juezas no llenen portadas de periódicos diciendo barbaridades y que los políticos y políticas dejen la foto y se empapen del dolor que las mujeres maltratadas están padeciendo.

     Acabamos de salir a la calle para gritar, para quejarnos, también, de esta situación de desamparo, pero aquí nadie quiere implicarse realmente. Todos nos cierran la puerta cuando queremos ayudar y acercarnos a quienes están sufriendo. Esto es una tarta que se reparten cuatro y se dan golpes en el pecho, y que no sienten la mínima vergüenza ante noticias como la que hoy nos trae la prensa de datos reales.

     Pero seguiré trabajando en el tema y acudiré allí donde me llamen, aunque no sea en mi propia tierra.