Murcia aparece en la prensa
nacional, un año más, en los primeros puestos, entre Comunidades Autónomas
donde más han crecido los casos de violencia de género, concretamente el
segundo . Se presentaron 7839 denuncias y y 1076 órdenes de protección fueron
adoptadas. Dentro de esta espeluznante cifra, aparecen 226 adolescentes, menores
de edad, que cometieron delitos contra la mujer y que fueron juzgados y
condenados por ellos.
Si comparamos los datos con
otra Comunidad Autónoma uniprovincial como La Rioja, casi duplicamos la tasa de
casos de violencia de género a mujeres.
Esta noticia me causa
indignación, además de la certeza de que no se están poniendo todos los medios
adecuados por parte de las diversas administraciones que conforman la Región de
Murcia. Si bien es cierto que 2017 ha sido el año, desde que se llevan
estadísticas, donde más casos se han reflejado a nivel nacional contra la
mujer, no debe servir de excusas en nuestra región para que nos conformemos tan
solo con golpes de pecho y nos aplaudamos con lo bien que lo hacemos, cuando la
realidad social y documentada, refleja todo lo contrario.
Desde hace más de seis años,
he recorrido muchos lugares asesorando, intentando ayudar a mujeres maltratadas
y a otras que quieren tener información para estar preparadas por ellas mismas
y por sus propias hijas y amigas, y lo que he visto en distintos puntos de
nuestra geografía tienen puntos en común que he denunciado públicamente y de
los cuales se sigue sin hacer demasiado caso.
Cabe destacar que, por
ejemplo, el número de atención a víctimas de violencia de género no deja rastro
en la factura, pero sí queda recogido en la memoria del teléfono cuando se
pulsa. También es frecuente que la víctima, después de poner la denuncia contra
el maltrato, vuelva sola a casa sin el acompañamiento de un agente de seguridad
para comprobar que no corre peligro si se queda en su casa; o que los
familiares sigan interponiendo dicha denuncia en un porcentaje bajísimo, apenas
del 2%, siendo conocedores en la mayoría de los casos de lo que ocurre.
Fui una mujer maltratada y
puedo hablar sobre el tema con conocimiento pleno de causa. Por ello me duelen
los sistemas actuales de ayuda en algunos casos donde la mujer se convierte en
una cifra más, en un porcentaje estadístico donde las ayudas llegan cuando ya
no tiene voz para alzarla, y donde compruebo que los estereotipos que padecí
hace más de veinte años, cuando no existía Ley que me amparase, vuelven a
reproducirse a pesar de todo lo andado.
He escrito un libro sobre
casos reales de violencia de género que se llama ¡Zorra! y que trata 18 casos
reales de esta lacra, sacados de más de trescientas entrevistas con mujeres
maltratadas y su entorno, y también he visto muchos rostros de mujeres
desconcertadas, dolidas y sufrientes por la situación en la que se encuentran.
Mujeres que han llorado en mi hombro pidiendo ayuda porque han acudido a CAVIS
donde les han comentado que si “solamente” sufre violencia psicológica, no
pueden hacer nada por ellas, que esperen a que les pegue su marido. Otros casos
atendidos han recibido una atención mensual de 40 minutos por parte del
psicólogo o psicóloga de turno.
He visitado Ayuntamientos
donde compruebo que una Concejalía es de Igualdad y otra de Mujer, como si una
cosa no fuese complementaria de la otra, o simplemente han dicho que las
actividades para el día de la mujer o el día contra la violencia de género las
tenían ya preparadas con exposiciones, murales y alguna charla y que habría que
esperar a otro año para hacer algo. Claro, porque la violencia de género son
dos días donde acuden los fotógrafos para salir en la prensa y en los demás no
existen mujeres sufriendo, gritando y pidiendo ayuda, sabiéndose en una maraña de
burocracia que poco o nada hacen por ellas.
Algunos altos dirigentes
murcianos que habitan en las Consejerías o la propia Asamblea Regional, se han
limpiado las manos literalmente, porque no interesa que nadie, desde su
reacción antipolítica quiera usurparles el trono de trabajar en pos de la
violencia de género. Al menos eso es lo que creen y nada más lejos de la
realidad. Refugiados en cifras y en rostros muy duros a los que nos les llega
ni de cerca el sufrimiento real de mujeres que se lamentan de la dejadez con la
que se actúa desde estos ámbitos.
He participado en programas de
radio, series de televisión, artículos periodísticos, cortometrajes y decenas
de charlas pero casi nunca en Murcia, como si aquí no pasara nada. Me han
llegado a decir que el tema de la violencia de género es “feo” o que “no
interesa a las mujeres”, representantes políticos apoltronados en sillones de
piel de esos Ayuntamientos que todos y todas sostenemos, incluso se han negado
a poner el título de mi libro “Zorra” porque puede herir sensibilidades el
título.
Es inaudito lo que pasa en
esta Región donde el campo de cultivo se comprueba que está germinando la
especie machista que insulta, pega y asesina a mujeres para las que no aparecen
las prometidas ayudas, y donde no se quiere abrir la puerta a personas que nos
ofrecemos para aportar nuestro grano de arena en esta maraña de inhumanidad.
Me conocen en muchas Administraciones
regionales porque he ofrecido mi ayuda. He hablado en la
Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, he acudido a los partidos
políticos que nos representan en la Asamblea Regional, incluso con la
Presidenta de dicho organismo y me he comunicado con todos los Ayuntamientos
que conforman nuestra Región, pero da igual. Lo único que encuentro son palmaditas
en la espalda de “ya te diremos algo” o “nuestro partido político ya ha hecho
lo que tenía que hacer” o tonterías por el estilo.
Aquí se busca la foto
entregando la medalla de turno al amigo o amiga del partido que regenta el
trono y al que, por cierto, se le está llenando la cuenta corriente a costa de
esta lacra, y poco más.
Indignada por ver lo que
ocurre en mi propia región es poco. Decepcionada, mucho.
Solo espero que la voluntad,
alguna vez, sea real y se atienda desde abajo, no desde los despachos, que se
escuche a mujeres fuera de una oficina de 8 a 15 horas, que las ayudas lleguen,
que las órdenes de alejamiento funcionen realmente, que nuestros jueces y
juezas no llenen portadas de periódicos diciendo barbaridades y que los
políticos y políticas dejen la foto y se empapen del dolor que las mujeres
maltratadas están padeciendo.
Acabamos de salir a la calle
para gritar, para quejarnos, también, de esta situación de desamparo, pero aquí
nadie quiere implicarse realmente. Todos nos cierran la puerta cuando queremos
ayudar y acercarnos a quienes están sufriendo. Esto es una tarta que se
reparten cuatro y se dan golpes en el pecho, y que no sienten la mínima
vergüenza ante noticias como la que hoy nos trae la prensa de datos reales.
Pero seguiré trabajando en el
tema y acudiré allí donde me llamen, aunque no sea en mi propia tierra.
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