martes, 17 de diciembre de 2013

MARIA, LA ECUATORIANA


Una mujer, llamémosla María, aunque éste, lógicamente no es su nombre real, quedó ciego el pasado 30 de junio de este año debido a las heridas que le provocó su ex marido, con quien había estado casada 12 años y ya llevaba más de un año separada, en los ojos y en la cara con una botella de cristal rota. Fue un punto de inflexión en las palizas que recibía casi a diario, las humillaciones y la exposición a perder la vida lo que hizo que María tuviese que acudir al  hospital para que le trataran las graves heridas sufridas.
Esto ocurrió en Otavalo, Imbabura (Ecuador). Ahora María solo puede oir reir a sus hijos, pero ya no verlos más. Tiene tres niños que han padecido con ella las amenazas y los golpes de su padre.
María no sólo ha quedado ciega, también arruinada. Había sacado un crédito para una vivienda y ahora se le sumaban los gastos de dos hospitales públicos, la compra de medicinas y los trámites y gastos de movilización. Ha sufrido dos operaciones. Le extrajeron los lóbulos y los tejidos destruidos de los dos ojos, además de suturarle ocho heridas en el rostro y dos en el dorso de los dedos de su mano derecha.
El mayor problema de María no son las heridas o la ceguera, son sus hijos. El niño de nueve años tiene pesadillas con episodios de pánico nocturno, y los otros dos tienen miedo.
Otra mujer, Fernanda fue apuñalada por su esposo en la espalda, a la altura de la columna vertebral. Ahora no puede caminar y va en silla de ruedas. Ya no puede trabajar limpiando oficinas y viviendas, como hacía antes. Se dedica a vender caramelos, pero su mayor preocupación es que sus tres hijos vieron a su padre intentando matar a su madre, y eso es algo que les quedará grabado en la retina mientras vivan.
Un estudio elaborado por el Programa para Combatir la Violencia contra la Mujer de la Cooperación Alemana reveló que las microempresarias ecuatorianas dejan de trabajar, en promedio, 54 días y pierden USD 370 al año como resultado de la violencia de género. El documento señala que anualmente se generan en el país pérdidas de ingresos entre USD 8 millones y 49 millones.
Al marido de María se le realizó un peritaje psicológico y demostró, sin lugar a dudas, que ese hombre al que ella conoció cuando eran adolescentes, reveló que es posesivo, controlador y se sentía dueño de ella. Pero la mujer no denunció y la violencia se fue incrementando.
Angélica Cruz, licenciada en Trabajo Social y quien atiende a mujeres víctimas de violencia, señala que el problema es que se acostumbran a ser violentadas y crean una dependencia emocional con el agresor. "Son víctimas de insultos y ridiculización. Entonces ellas llegan a creer que no sirven para nada, que son tontas". Tras recuperarse de sus lesiones físicas, María acude a terapias de ayuda psicológica. Le aconsejan que siga adelante por sus hijos y que sea firme en el momento de guiarlos y dócil porque son niños.
Además de las secuelas psicológicas en las mujeres éstas presentan síntomas como taquicardia, temblores, sudoraciones no comunes, insomnio, fatiga, desconcentración y falta de capacidad para tomar decisiones. Aumenta en ellas la anemia en un 9% y si la violencia física es grave, hasta en un 15% de los casos.

Aquel 30 de junio, ella pensó que iba a morir. Pero, a pesar de todo, María está agradecida con Dios por seguir con vida. Ahora, con los USD 318 que gana al mes, paga la comida, luz, agua… "Siempre he mantenido mi casa y ahora con mayor razón porque el padre de mis hijos está en la cárcel". El 15 de noviembre pasado, el hombre fue sentenciado a 12 años y seis meses de reclusión. Tras la tragedia, un familiar le permitió mudarse a su casa y abandonó la vivienda que tenía con su cónyuge. Ahora sus hijos son sus ojos. La hija mayor le ayuda a cocinar y a lavar la ropa. María prepara los almuerzos para sus niños una noche antes.

Sólo me queda animar a las mujeres de Ecuador, como a las de cualquier país del mundo, que denuncien, que se muevan y que actúen. Si lo hacen, podrán evitar que todo esto les suceda el día de mañana a sus hijos.


(base de datos en el diario www.elcomercio.com)

martes, 10 de diciembre de 2013

UN COLOR VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

            Color rosa para niñas, color azul para niños. Esta es la absurda idea que se tienen de los colores al asociarlos con la ropa y los atrezzos de los niños y de las niñas. Cada uno tiene que estar separado desde el momento en el que nace.
            Cuando a una niña se la identifica con un color, no sabemos el daño que le estamos haciendo para su futuro.
            El color rosa está íntimamente relacionado con el mundo privado, con los vínculos afectivos, con las interrelaciones personales, con el mundo de lo privado, el sometimiento y la reproducción. Es un color dulce con el que vestimos a nuestros niñas para que incorporen el modelo de “mujercita”. Con ello se les vincula a la dependencia y el sentimiento de autoestima se vincula a agradar a los demás.
            Aún hoy, el hecho de ser madre se antepone al de ser una profesional. Sin ir más lejos, cuando un matrimonio trabaja, quien falta de su puesto es la madre para acudir al médico y atender a sus hijos. Así se está considerando a la mujer como una carga para el empresario. Es una tarea no compartida en la mayoría de las parejas.
            Desde pequeñas nos han enseñado que para ser mujer hay que ser bondadosa, discreta y bella. La discreción hace referencia a la imagen de persona suave y callada, a pasar desapercibidas. La bondad significa cuidar a los demás y hay una gran presión social para que esto se cumpla. El ejemplo claro lo tenemos en la dependencia que ejercen los abuelos y abuelas al ser adultos, al necesitar de una atención que, en un porcentaje altísimo, le dan las hijas antes que los hijos.
            El mandato de que debe ser bella, incluye la orden de que debe ser guapa, delgada, atractiva y eternamente joven. Es la única forma de que sea visible y reconocida en la sociedad.
            Estos estereotipos, acentuados unos y avanzados en su demolición en otros casos, son los que inculcamos con un simple color a las niñas: el rosa.
            Mientras tanto, a los chicos se les asocia con el color azul. Un color que se relaciona con el mundo profesional y público. Está asociado a la producción.
            Se les enseña que la autoestima debe basarse en el ambiente público, principalmente, orientándoles desde pequeños a la motivación de logro hacia el exterior y a no darle importancia al ámbito privado.
            A los chicos se les presenta la vida como un escenario donde deben probar su competencia en el mundo profesional y productivo, mientras que en el entorno familiar se les influye para que sean cuidados y atendidos.
            Los mensajes que reciben son de visibilidad, dominación y superioridad. Por el hecho de pertenecer al “sexo fuerte”, se les tiende a sobrevalorar, sobrexigir e infraproteger.
            Se les permite mayor agresividad y actividad, reprimiendo sus expresiones de debilidad, ternura, miedo, inseguridad o tristeza.
            El color azul del niño está diciendo todo lo anterior.
            Si una niña exige un color azul, un camión como regalo o una caja de herramientas, está demostrando que no es una niña como la que quisiéramos; se le denomina “marimacho” porque sus gustos no están dentro de los estereotipos que la sociedad ha decidido que debe estar.
            Si por el contrario, un niño quiere una muñeca para jugar o le gusta un jersey de color rosa, o demuestra demasiado afecto por los demás, se le tacha de “sensiblero”, poco hombre” o incluso, despectivamente “marica”.
            No debemos olvidar nunca que es la sociedad la que impone estas normas, así pues el ejercicio de bordar es femenino en España, mientras que en Pakistan o Marruecos son los hombres quienes lo hacen y, además, en la puerta de su casa, mientras que aquí es el interior de la misma.
            Construir una casa en Europa es cosas de hombres, mientras que en Vietnam, India o Bali, lo hacen las mujeres.

            Históricamente la mujer se ha asociado con las tareas agrícolas, mientras que hoy en día, es difícil ver una mujer encima de un tractor. Ha cambiado en este ámbito el papel jugado por la mujer, para pasar a ser de los hombres.

martes, 3 de diciembre de 2013

EL CHISTE DEL MALTRATO

            Después de leer las noticias, me pregunto: ¿está de broma la prensa?.
            No puede ser que una concejala, mujer para más inri, perteneciente al Partido Popular de Castilla La Mancha, ejerciendo sus funciones en el Ayuntamiento de Albacete, haya dicho lo siguiente:

La culpa es del ejecutivo del expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y de los demás responsables socialistas que han ostentado el poder en Castilla La Mancha: José Bono, José María Barreda, Manuel Pérez Castell y Carmen Oliver (estos dos últimos, exalcaldes de Albacete).


Vemos como los chicos de hoy en día tienen conductas de tiempos pasados y están asumiendo roles que hoy ya no tienen sentido. Se sienten valientes, arriesgados, protectores, fuertes. Vemos por el contrario que las chicas están asumiendo papeles de sumisión", ha declarado Llanos Navarro, quien ha añadido que las chicas de hoy en día "confunden indicadores de control y de dominio de sus parejas con muestras de cariño y de afecto". 

"Algo ha fallado", lamentó Navarro, antes de declarar que "tenemos que reconocer que esta juventud ha crecido bajo el mandato socialista"

            Que nadie piense que esto es una broma, en absoluto. La señora ha lanzado estas declaraciones en rueda de prensa que se pueden ver en youtube, y después se habrá ido a celebrar tal intervención por lo bien que lo ha hecho.

            Tengo claro de donde viene esta visión tan exageradamente absurda de la generación que nos va a preceder. Llanos Navarro nació en 1964, por lo que una buena parte de su infancia la “disfrutó” bajo el yugo de la dictadura.
           
            No hay palabras en el diccionario para expresar la repulsa que me provocan estas declaraciones tan absurdas, de echar la culpa al pasado de los errores del presente; cuando su obligación es, sin ningún tipo de discusión, mejorar la dotación económica de la ayuda a la mujer maltratada, proteger a las víctimas y dejarse de tonterias como la que nos ocupa.
            Todo tiempo pasado, pasado está. Si pensamos como la señora Navarro, dentro de unos años vamos a tener niños pijos y un notable incremento del desfalco y la malversación de fondos públicos, porque es lo que los niños están viendo ahora.

            "El Partido Popular se ha encontrado con esta situación y por ello no nos podemos sentir responsables de las medidas de sensibilización, prevención y de todas las actuaciones que se han realizado para educar en igualdad", ha concluido.

            Señora Navarro, siempre hubo tontos y listos y, sinceramente, no creo que usted esté en la lista de los segundos.